Gabriel Calderón, profesor de seminario de investigación de la Universidad Católica, repite siempre que la calidad de una universidad no se mide en la cantidad de egresados que bota, sino por el volumen de conocimiento que ésta genera. Este conocimiento, generado a través de la investigación y el estudio profundo de los fenómenos de la realidad, se manifiesta en una cantidad anual de publicaciones y es la que da nombre y prestigio a una universidad. Sin embargo, en un país como el Perú, “Universidad” se ha convertido en sinónimo de “colegio superior dedicado a formar profesionales”.
La realidad de la formación universitaria en el Perú nos muestra que existen 98 universidades, entre públicas y privadas, que ofrecen 162 carreras, según cifras de la Ministra de Trabajo y Promoción del Empleo, Manuela García. Esto haría pensar que nuestro país es la Meca del conocimiento y la tecnología, pero no. Esta cifra es el doble de la oferta educativa superior hace 20 años y genera un mayor número de egresados que inundan el mercado laboral. Según las cifras oficiales, solo un 52% de egresados ocupan puestos acordes a su nivel educativo, lo cual significa que poco menos de la mitad se encuentra en puestos que no les corresponde. A ello hay que sumarle la proliferación de institutos superiores en la última década y que al año botan otro gran número de personas que entran al mercado laboral.
La pregunta es entonces ¿cubre esta creciente oferta educativa las necesidades laborales?
La respuesta más fácil sería un tajante y rotundo “no”. Sin embargo ésta es una respuesta que se queda en el diente y que requiere de una serie de explicaciones sobre cómo funciona la actual oferta educativa en nuestro país, así como la demanda laboral.
Este es un tema que tiene varias aristas. Es un tema político en tanto se trata de las políticas que el Estado toma para regular la educación de sus ciudadanos. Es un tema social, pues, por un lado, gran cantidad de profesionales salidos de las más prestigiosas universidades se encuentran actualmente desempleados, subempleados o ejerciendo funciones lejanas a su decisión estudiantil; y por el otro porque existe el mito del “profesional con cartón universitario” como símbolo de prestigio y de ascendencia social. Asimismo se trata de un tema laboral en tanto que muchas empresas tienen en sus filas a jóvenes dispuestos a trabajar por sueldos menores a los que podrían aspirar.
Un claro ejemplo del problema es el debate generado hace pocos meses acerca de si cerrar o no las facultades de derecho durante un periodo, pues en la actualidad existe una gran cantidad de abogados, cuando la demanda laboral es escasa.
En suma, el panorama educativo superior presenta Universidades que generan poco o nulo conocimiento e Institutos Superiores que ofrecen carreras de "moda", pero no rerponden a la demanda laboral actual.
A pesar de ello, existen ejemplos exitosos, como TECSUP que cumplen con las expectativas del mercado laboral, formando profesionales para creciente industrialización, sobre todo en la minería, que está viviendo el Perú.
A pesar de esfuerzos como la creación de la Carrera Pública Magisterial por parte del ex ministro Antonio Chang, para frenar la cantidad de maestros que entran al mercado, faltan leyes y reformas que regularicen los efectos de las leyes fujimoristas que pusieron la educación en las manos del capital privado.
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