miércoles, 1 de septiembre de 2010

Semidiós, apasionado y destructor

Muy pocas veces las personas se apasionan por lo que hacen. Entre los pocos afortunados se encuentran, por ejemplo, los artistas. La creación artística es, al parecer, la única ocupación por la cual un ser humano escoge y se desarrolla en lo que realmente quiere.

El arte, fruto de inspiración e interpretación única del mundo, le da artista la capacidad de manejar a su antojo las cosas que pueden existir, las que existen y la manera en cómo existen. Es un creador de cosas bellas, extrañas u horrendas. Es un semidiós.

En la música, el mundo ha conocido a varios semidioses. Quien disfruta de ella, sabe que la música puede convertir el mundo en una fantasía, y viceversa. Pero la creación está hecha para mostrarse, y en la música a esta exhibición la llamamos “concierto”.

Allí, el músico virtuoso lleva al máximo su apasionamiento a través de la performance en vivo de sus criaturas: las canciones o los temas. Ante el público, su espíritu fluirá a través del instrumento, hasta el punto de convertirse en una extensión de su propio cuerpo.

Pero a veces, el apasionamiento del virtuoso no logra alcanzar su gloria en el siempre limitado espacio de la técnica. En el guitarrista, las cuerdas o los dedos de sus manos no le serán suficientes. La gravedad de su pasión lo llevará a cometer una locura.

Entonces, tal vez haga el punteo de las cuerdas con sus dientes o su lengua, o tal vez las arañe todas sobre diversas superficies del escenario, buscando así saciar su propia posibilidad de crear y de acabar, de una vez por todas, con la fórmula de la vida.

Y si no esto no es suficiente, alcanzará su objetivo a través de la violencia o la combustión: la guitarra se romperá o se quemará. Pero, en los pedazos regados en el piso, o en la hoguera de madera y cuerdas, el músico habrá ejercido un equivocado remedo de Dios.

Porque, destruido el instrumento, el virtuoso destruye también su privilegiada capacidad de infundir vida a sus criaturas. Su sacrificio lo libera, pero al mismo tiempo lo esclaviza. Destruir para crear no siempre es una regla efectiva de la naturaleza.

Felizmente, existen las importaciones, las tiendas musicales y las de repuestos.

Un video de Hendrix, uno de los primeros en quemar (o sacrificar) su guitarra en pleno concierto. En estos tiempos, lo que se hace es donarla por una obra de caridad. A los artistas les encanta y los hace más famosos.


1 comentario: