miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las academias de salsa, un mundo por descubrir

¿Quién habrá inventado los realities de baile? Desde que existen estos programitas, todo mundo o por lo menos la gran mayoría se imaginan bailando como lo hacen los concursantes por la televisión. Mientras que las muchachas quieren volverse elásticas para que se las cargue y se les dé vueltas en el aire -como si fuese facilito-; los muchachos desean convertirse en buenos acompañantes y dirigir los pasos de sus parejas. En Lima, aprender a mover el cuerpo como en “El Gran Show” no parece imposible.

Las academias de baile y sobre todo las de salsa se encuentran bombardeando la ciudad., recorrerlas es ingresar a un nuevo mundo, estar ahí es toda una experiencia. Cada centro de baile parece un espacio donde la energía fluye y los problemas se olvidan.

El recorrido por estos lugares empieza con una voz que nombrar con ‘números’ los pasos de salsa a realizar. “Uno dos, tres; empecemos con lo básico”, indica Carlos Cañarí (32), profesor de salsa en el Caribbean Dance, al cual me he incorporado para comprobar sí se puede aprender a mover el esqueleto al mismo estilo de los reyes de la salsa: los cubanos. Mientras se va calentando el cuerpo con los pasos indicados- que más que pasos parece una cuestión matemática, y por lo visto me complicará la vida- empiezan a llegar personas de todas las edades. Acaso la manía por bailar como en “El Gran Show” no era sólo de los jóvenes. Por lo visto no. Dos parejas cincuentonas llegan y en un dos por tres ya están en el centro de la pista, mejor ritmo no podrían tener. Los chiquillos, entre ellos yo, parecemos mismo cachimbos, con poco swing y sin gracia.

Mientras nosotros ‘los cachimbos’, tomamos valor para retomar los pasos, la música cambia. Aquí la salsa parece de nunca acabar, una tras otra suena y envuelve el ambiente a son del ritmo cubano. Poco a poco, la continuidad entre salsa y salsa parece penetrarse entre los poros de nuestro cuerpo, ayudándonos a tener pulidos los pasos numéricos que el joven profesor nos planteo como reto.

De los pasos ‘uno, dos, tres’; Carlos nos salen con los pasos ‘cinco y siete’. Esta situación hace darme cuenta que la travesía por las academias de salsa tiene para rato. “¿Eres nueva, porque se nota que se te hace complicado?”, me pregunta Jenny Farías (23) quien se mueve como un trompo, al mismo tiempo que se observa en los espejos gigantes que rodean la habitación. “¿En cuántos meses aprendiendo?”, le devuelvo la pregunta, sin contestarle la que me hizo, quizá para no quedar mal. “Es cuestión de ponerle empeño, así tengas dos pies chuecos, aprendes”, me responde sin dejar de bailar. ¿Acaso me está diciendo que tengo dos piernas chuecas?

Jenny Farías es todo un personaje. Desde que empezó a ver los concursos de baile en la televisión, ha recorrido todas las academias de baile. Las otras chicas que no bailan tan bien -igual que yo- me comentan que por estos meses Jenny asiste en este turno, pero que terminando la hora, sale rumbo hacia Lince donde queda la academia Saoco Dance, en donde también baila salsa.

Ver como contornean los cuerpos, Jenny y los cincuentones, es un placer y ejemplo para hacerme la idea que dentro de unos meses pueda hacerlo parecido. De pronto la voz de Carlos vuelve para decirnos que hagamos parejas. ¿Parejas?, ¿Qué ocurre si una viene sola?

En las academias de este tipo, el roche es cosa de otro mundo, chicos y chicas que nunca se han visto en la vida se unen para empezar con las nuevas instrucciones. El roche se difuminan porque más son las ganas de aprender y de no retrasarse. Siete parejas nuevas-sin contar las dos parejas de los señores- se forman, pero quedan cinco jóvenes.

- ¿Hacemos pareja?- me pregunta un muchacho que estaba detrás de mí y que seguramente se ha ganado con mis ‘pies chuecos’.
- Bueno, con tal que me tengas paciencia- respondo.
- No hay problema

A Jenny no le falta pareja de baile. Los chicos que se han quedado solos por falta de mujeres, se encuentran esperando que la muchacha deje de bailar con su actual pareja para tomar la posta. “¿Conoces a Jenny?”, le pregunto a Rodrigo Oliva (24), mi inesperada pareja en mi primer día de salsa. Me comenta que la conoció, al igual que los muchachos, mientras esperaba su turno. Jenny cambia de pareja, a la vez que cambia la canción.

- ¿Te has dado cuenta que hay más chicos que chicas?- me menciona.
- Eso parece. La falta de chicos hasta hace que bailen entre ustedes.
- Eso lo hacemos para no olvidarnos los pasos que nos enseñan, mientras esperamos a Jenny para que baile con nosotros- me indica con un poco de roche.
- ¿Jenny bailará con todos?- le pregunto.
- Sí, siempre lo hace.
- ¿Cuánto tiempo vas bailando?
- Un par de meses. La salsa es un baile que te da personalidad. A que chica no le gustaría bailar con un muchacho que domina este ritmo- me explica con un ego que llega hasta el techo de la habitación.

Es cierto, Jenny está bailando una salsa con cada uno, los chicos bailan entre ellos para verificar sus pasos mientras se ven en el espejo, y lo que me acaba de decir Rodrigo no parece nada descabellado.

Hacer una excursión en las academias de salsa y tratar de aprender no sólo es complicado, sino que es todo un mundo por descubrir. Una piensa que querer bailar como en “El Gran Show” es sólo cosa de mujeres, pero ya me doy cuenta que no. Estas academias traen consigo más de una historia y más de un personaje.

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