“Has llegado tarde”, dijo incómoda y sin mirar a los ojos, a pesar de que habían pasado solo dos minutos de la hora pactada. Sentí que la entrevista no iba a fluir de la manera planeada y que solo tendría unos minutos para indagar sobre la vida de Hilaria Supa, congresista del Partido Nacionalista. Pensé que tal vez había ido muy arreglada, quizá debí usar algo más sencillo, o quizá no debí ir con tanta expectativa; pronto me calmé y empecé la entrevista.
Vestía un elegante y colorido traje típico andino, de gala, como ella resaltó; sus largas trenzas, hechas por ella misma, estaban acompañadas por un arreglo en pedrería y le llegaban a la cadera y sus aretes de plata con incrustaciones de oro blanco armonizaban con aquel sombrero marrón de lana de oveja. ¿Cuándo se interesó en la política? -creí que esta pregunta era la más sencilla y sin embargo todavía mostraba desconfianza y evadía la mirada.
- Yo no sé qué es la política, pero pienso que si se trata de hacer muchas cosas por el bien de la comunidad entonces, yo hago política desde niña.
Descendiente de padres campesinos que trabajaban como peones en una hacienda, vio de cerca la explotación y humillación que ejercían sobre su comunidad los grandes terratenientes en la década de los sesenta. Quería mejorar su condición de vida pues solo tenía veintidós años y ya tenía dos hijas, por eso decidió probar suerte en la capital.
-Vine con la ilusión de toda muchacha que piensa que en la capital la vida es mejor y terminé trabajando muchas horas como ambulante en el mercado central y en La Parada.
Hilaria vivía en Anta, Cuzco cuando el Partido Nacionalista la invitó a postular al Congreso de la República; pero ella no era una campesina más, era dirigenta y activista de los derechos de sus coterráneos, acaso esta fue la razón principal por la que la buscaron.
A pesar de que era muy querida y respetada, muchos de sus allegados le decían que lo que estaba haciendo era un disparate y que por ser indígena no le iban a dar credibilidad. Eso no la amilanó, le dio más fuerza porque para ella, ser congresista no significaba lujos o popularidad sino más bien una gran oportunidad para ayudar a su comunidad y hacer prevalecer sus derechos y costumbres.
- Yo soy autodidacta, no he estudiado y para mí no es vergüenza. Me he superado yo misma y aunque muchos pensaron que una autodidacta no puede llegar al Congreso, yo lo hice y lo hice para representar a un pueblo sufrido y humillado que tiene pocas oportunidades de surgir.
Era inevitable preguntarle sobre la discriminación de la que ha sido víctima, sobre todo después de leer cómo el director de un conocido diario le sugiriera un 'Coquito' para que aprenda a escribir. La congresista habla el castellano pero se le hace difícil escribirlo; durante la entrevista observé cómo hacía sus anotaciones en la libreta escribiendo de manera muy lenta, parecía una niña de 5 años que recién aprende a escribir su nombre pero que tiene todas las ganas de aprender. -Yo como representante quechua escribo a mi manera; además, todos tenemos una manera diferente de escribir, parecía excusarse por aquella vergonzosa portada.
¿Qué otros problemas le ha traído el quechua con los políticos?
- El ex ministro de Justicia me denunció porque hablaba en quechua en la Comisión de Ética y pensaban que lo estaba insultando. Igual con la Sra. Hildebrandt, a pesar de que ella es lingüista y sabe que el quechua es parte de nuestra cultura.
A pesar de todo lo que le ha pasado por defender su idioma nativo, la congresista se siente optimista pues afirma que hay academias y colegios que se están preocupando por el quechua, es más, sin ir muy lejos, al llamar al Congreso uno se da con la agradable sorpresa de que la operadora no solo saluda en castellano sino también en quechua.
La emoción de Supa se veía reflejada en la enorme sonrisa que manifestó cuando le comenté aquello. Pero algo llamó mi atención, desde que entré a su oficina me di cuenta de que el televisor que tenía estaba sintonizando el canal de CNN en inglés, me pareció algo fuera de lugar y le pregunté si es que sabía inglés y aunque nos dijo que no. No quise preguntarle más.
Se esfuerza para escoger las palabras adecuadas en español y hacerme entender que el principal problema del Perú es el poco diálogo que hay entre los pueblos indígenas y los gobiernos locales y regionales.
“El gobierno se tiene que preocupar también por el agua, la tierra y el aire y no olvidarse de los pueblos que tienen ese contacto con la naturaleza".
- ¿Cómo ve la coyuntura electoral?
-Lo único que yo sé es que acá en Lima está Lourdes Nano que era candidata a la presidencia y yo no sé si puede ser candidata la que fue candidata a las elecciones presidenciales. Mi opinión es que es una mujer buena pero yo me inclino por Susana Villarán, porque hemos trabajado con ella, antes que yo sea congresista, ella me hablaba, con otros candidatos no he tenido ese trato, nunca he tomado un cafecito con Kouri, no sé cómo podría tomar un cafecito con ellos una campesina.
Extraña el Cuzco, no es necesario que lo diga, quisiera ver más seguido a sus cuatro nietos y poder ser una mujer más en su chacra, confiesa que cuando llega a Anta se olvida de su cargo de congresista y empieza a hacer las labores de su casa junto con su hija. No hay marido, se murió cuando ella tenía 22 años. -No tengo esposo, siempre voy a ser soltera, estoy dedicada al trabajo y a la familia, no tengo tiempo.
Hilaria tiene 49 años y parece de 60, su piel está llena de surcos que dibujan amargura, valentía, esperanza y tiempo. Tiempo bajo el sol, bajo el Cuzco, bajo la Parada, bajo cuatro esteras en Villa El Salvador, bajo un techo de cemento, bajo una Lima gris, sentada en un sillón de cuero, con una escritura lenta y un léxico limitado. No sabe que es política, está segura de representar a un pueblo y espera la evaluación de su gestión para determinar si se presenta de nuevo al congreso.
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