viernes, 29 de octubre de 2010

La sombra del pasado

La reciente expulsión de gitanos en Francia podría ser el principio de una historia que quizá vuelva a repetirse. El gran problema sería si se despierta la xenofobia en contra de los musulmanes. Por ejemplo, en Alemania ya se empieza a mirar y a hablar de manera distinta sobre los musulmanes, como la del socialdemócrata Thilo Sarrazin quien en su libro ‘Alemania se disuelve’ advierte del peligro de los musulmanes para con dicho país. Es decir, el mismo discurso que el nazismo solo que musulmanes en lugar de judíos, salvando las distancias claro está.

A esto se suma el intento por quemar el libro del Corán, libro sagrado del Islamismo, por parte del pastor Terry Jones, líder de una congregación protestante en Florida, como homenaje a la conmemoración de nueve años de los ataques terroristas a las torres gemelas de Nueva York. Para los musulmanes esto no solo es la decisión de una Iglesia sino que tiene un trasfondo político: la decisión del gobierno de los Estados Unidos.

Si bien estas actitudes reflejan la posición de una minoría, pero que podrían cobrar mayor fuerza, es una muestra clara de lo que puede provocar el fanatismo de Occidente contra el Islam. Hay campañas que se orquestan con doble sentido ya que, en unos casos, muestran costumbres que atribuyen al Islam en Afganistán, Irak e Irán, por ser países a los que Occidente pretende someter, a la vez que ocultan costumbres similares en Arabia Saudita por ser un país subordinado a Occidente. Dicho país dispone además de una policía religiosa para controlar las costumbres islámicas.

Tanto Estados Unidos como diversos países occidentales que pretenden la hegemonía mundial, lo hacen en base a intereses políticos y económicos. Mientras que los medios de comunicación de estos países muchas veces callan el papel de informar objetivamente y lo único que logran es vulnerar los derechos humanos al producirse las guerras de invasión.

Los países occidentales como los Estados Unidos no terminan de entender o de asumir que deben dejar de lado sus ambiciones hegemónicas, de creerse con legitimidad para invadir y someter cualquier país del mundo en base a su supremacía moral. No alcanzan a entender que todos los países o naciones deben avanzar por sí solas en sus costumbres.

Las agresiones que los países avanzados hacen se convierten en un método impositivo, a la vez que es la negación de la paz y de la razón. Así pues, cuando se alienta dicha agresión como forma de exportación, esta produce fanáticos como el pastor Jones o la del socialdemócrata Sarrazin; y como reacción se producen también movimientos de fanáticos como el de Al Qaeda. Es decir: los fanatismos se retroalimentan.

Estas voces xenófobas y racistas si bien, por ahora, son minoritarias, corren el riesgo de que poco a poco cobren fuerza como sucede a veces en Estados Unidos y el caso del pastor Jones. Dichas voces podrían convertirse con el paso de los años en incontrolables y violentas en sus propios países de origen, e inclusive exportar la guerra a todos los países del mundo que no se sometan a lo que ellos postulen o dicten.

La sombra del nazismo, un movimiento político minoritario durante el período de las dos guerras mundiales. Pero que tras la decadencia alemana como consecuencia de su derrota en la primera guerra mundial y la gran depresión de 1929, se convirtió en un monstruo de masas incontrolable, estaría dándose bajo formas políticas nuevas latente y presente como en EEUU.

Esperemos que estos últimos acontecimientos, tanto en EEUU como en otros países aliados de este, queden en intentos por hacer prevalecer su supremacía y no se concrete en hechos, que podamos lamentarnos, como ocurrió en el pasado.

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