martes, 14 de diciembre de 2010

Cegados por el odio

El caso de Giuliana Llamoja, la estudiante de derecho de 18 años que en marzo del 2005 asesinó a su madre, conmocionó al Perú y causó furor en el circo mediático, donde le dedicaron largos espacios. Cuatro años después, el 21 de mayo pasado, la joven salió en semilibertad del penal de mujeres de Santa Mónica, después que su condena fuera reducida por el Tribunal Constitucional; poco después envió una carta notarial exigiéndole a los medios cambiar términos errados con los cuales se habían referido al caso.
Este caso contiene  tres tragedias para el Perú: la perdida de una de sus hijas por un homicidio, el encarcelamiento de una joven y el vergonzoso rol de la prensa en el proceso, que demuestran, en su mayoría, una sistemática falta de ética y poco respeto a los valores de la profesión.

La siguiente versión de los hechos esta realizada según lo que ha podido determinar la policía, el Tribunal Constitucional y también según el testimonio de la única testigo de la situación, la misma Giuliana. Aquel fatídico día la acusada tuvo una discusión con su madre a partir de un desorden; Giuliana ignoró los gritos de su madre y fue a la cocina para cortar una sandía, en un ataque de rabia la madre agarró un cuchillo y Giuliana, en defensa personal agarró otro, iniciando un enfrentamiento. Aquí sucede la parte más confusa del asunto; según la explicación de la acusada, durante el enfrentamiento la madre chocó contra el interruptor de la luz dejando en oscuridad completa el cuarto. El pánico y el miedo causaron que ambas protagonistas del hecho lanzaran cuchilladas al aire, resultando en laceraciones en las dos mujeres, la mayoría tocando solo epidermis, sin sangrado, como la necropsia señala; un corte mortal pero superficial en la arteria aórtica izquierda, ubicada en el cuello, terminó con la vida de la progenitora. Luego del acto, Giuliana escondió el cuerpo de la madre, limpió las manchas de sangre y se tomó una ducha. Fue en estas circunstancias que el hermano menor de Giuliana encontró llegó a la casa para después encontrar el cuerpo inanimado de su madre.

Hay tres hechos que convierten este crimen en un tema popular para la prensa: la primera es la brutalidad aparente del crimen, incrementada por el uso de la palabra puñalada y aderezado por la mala entre madre e hija; la segunda es el antiguo tabú del parricidio; por último, la aparente posición de Giuliana de formar parte de la elite, siendo una chica atractiva, primer puesto en su universidad y con un padre que ejercía como juez.
No es de extrañar, entonces, que los días siguientes los titulares de los trataran el caso, incluso cuando Giuliana era solo una sospechosa del acto y los hechos que se manejaban por los policías eran aún todavía preliminares; un ejemplo de esto es el mismo El Comercio, que dos días después del incidente publica una nota con el siguiente titular: “Asesinó a su madre de 65 puñaladas” carente de varios elementos importantes en el relato. Javier Darío Restrepo, autoridad en ética periodística, afirma: “El periodismo responsable ha optado por no publicar cuando no hay confirmación, porque información no confirmada es información incompleta.”


Según el reconocido periodista Santiago Pedraglio, en este tipo de situaciones, donde  llega a las salas de prensa información inesperada pocas horas antes del cierre, lo que los deja sin tener tiempo para investigarla, crean una presión sobre los diarios que los lleva a elaborar lo que se llama la “verdad periodística” y, si bien no es ideal a veces, para no perder la primicia se debe imprimir una noticia sin tener todos los datos del caso; sin embargo, esta “verdad periodística” tiene la obligación de ser corregida en caso de ser probada errónea por los siguientes datos de la investigación, cosa que muy pocos medios hicieron en los siguientes días, meses y años.


La importancia que tiene la corrección del término puñalada a corte superficial para la defensa de Giuliana, y por lo cual envió una carta a notarial a los medios esperando que se rectifiquen, se debe a que la profanidad de la herida si es importante para determinar la intención que tenía la agresora durante un homicidio. Consultado un detective de la Dirincri, el mayor Luis Alberto Toribio, sobre la situación, dijo: “En el Caso Giuliana, la totalidad de las 60 heridas incluyendo la de necesidad mortal que se ubica a nivel de carótida (cuello) NO TIENEN PROFUNDIDAD, es decir son a nivel de epidermis, que es la primera capa dérmica, la piel que nos tocamos, lo que está a "flor de piel". Es decir no hubo como dice algunos periodistas que no han investigados NO HUBO CUCHILLADAS NI PUÑALADAS, en una palabra,  no hubieron heridas profundas y por una inferencia lógica elemental: SI NO HUBIERON HERIDAS PROFUNDAS, TAMPOCO HUBO ASESINATO U HOMICIDIO PREMEDITADO”.

El abstenerse de informar este tipo de datos, lleva  a la opinión pública a conclusiones incompletas y sesgadas,  por lo cual va contra los principios de veracidad e imparcialidad y traiciona la confianza que el lector pone en los periodistas. En el caso tratado tenemos que sectores de la prensa se han desviado de la parcialidad al incumplir dos de los concejos éticos de Restrepo: “Ninguna crónica es imparcial si omite hechos de gran importancia o significación. La imparcialidad implica el carácter integral de la noticia.” Y “Ninguna crónica es imparcial si, consciente o inconscientemente, mueve a error e incluso engaña al lector.” 

El primero de estos principios se rompe al no mencionar datos importantes como los 26 cortes que sufrió en la pelea la acusada o las razones por las cuales fue reducida su condena por el Tribunal Constitucional; tampoco se menciona, hasta hace poco en un reportaje de Cuarto Poder, que dos de los cinco jueces que juzgaron el caso estuvieron a favor de exonerarla. El segundo se incumple al inducir a un juicio sesgado con términos que pueden llevar al error, siendo las puñaladas el más evidente ejemplo, no podemos dejar de recordar el uso de comentarios del Hi5 de Giuliana para insinuar un incesto con el padre, que nunca fue probado.

Programas como el de Nicolas Lucar, en Frecuencia Latina, encabezan la tendencia a esta parcialización de los detalles escabrosos del caso, con el propósito de subir el rating a desmedro de bajar la deontología de la profesión; la llamada telefónica que recibió del padre de Llamota muestran incapaces o renuentes de superar las circunstancias más escabrosas, siendo estas las más “entretenidas”.
Para Giuliana Llamota el estigma que cargará de ahora en adelante por el parricidio será un filo mucho más letal que el cuchillo causante de la muerte de su madre; en su caso, la verdad de esa noche resultará irrelevante al público, que ya ha formado sus opiniones. A menos que se realice una reflexión seria de las prioridades en el tratamiento de casos como el de Llamoja, la prensa basura que abunda en el país apuntará sus plumas, convertidas en dardos, a otros casos interesantes para el morboso apetito del público, en este circo mediático lleno de payasitos tristes.

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