lunes, 6 de diciembre de 2010

En el país de los sueños


Institución del rock nacional
Mar de Copas: Diecisiete años en el país de los sueños

Era un jueves por la mañana de principios de noviembre. Estaba parado frente a la puerta de una casa en un pasaje miraflorino. La casa, de un color azul grisáceo, pasa totalmente desapercibida. Probablemente pocas personas imaginan que allí dentro funciona la sala de ensayos y grabación de una de las bandas de rock más influyentes de la escena local. Un grupo considerado de “culto” y que llega a la mayoría de edad con más de un éxito.

Estando aún en el colegio, había descubierto su música en un disco recopilatorio y poco a poco había ido descubriendo las canciones que, al igual que a mi, habían marcado a miles de jóvenes. Ahora tenía la oportunidad de entrevistarlos.

Me hacen pasar y me piden que espere un rato. Espero en “la oficina”, como llaman a la salita de la casa. La conforman tres viejos sillones y una mesita de centro. A un lado, un enorme y antiguo equipo de sonido, con ranuras para las viejas cintas de 8 pistas, conectado a un DVD, y un televisor, dominaban el espacio. En las paredes colgaba una decena de afiches de conciertos, notas de prensa enmarcadas y portadas de los discos. Allí me recibieron, unos minutos después, Manolo Barrios y Luis “Wicho” García, fundador y vocalista, de Mar de Copas. Al rato llega Toto Leverone, quien junto con Manolo había iniciado la aventura de ser rockero en el Perú.


Diecisiete años atrás

Cuando en 1992 Manolo y Toto disolvieron su primera banda, no imaginaron que su siguiente proyecto los lanzaría a la fama dentro de la escena rockera nacional. “Toto y yo teníamos una banda que se llamaba Los Inocentes en los años ochenta y cuando se disolvió seguimos componiendo canciones. Ese años grabamos todo lo que fue el primer disco”. Eran solo los dos. No tenían nombre ni banda. Pero en el proceso de grabación se fueron juntando los miembros de lo que luego sería Mar de Copas.

Para ese entonces funcionaba, en la misma casa en la que hoy conversábamos, el estudio de Miki Gonzáles. Luis García, o Wicho, como se le conoce, trabajaba allí como ingeniero de sonido desde 1986. Fue ahí donde los jóvenes Toto y Manolo hicieron las primeras grabaciones de la banda. Wicho había sido vocalista de la banda de punk Narcosis y prestó su voz para el proyecto al que finalmente se sumaron el bajista Félix Torrealva, Phoebe Condos y Claudia Salem en el teclado y los coros.

Mar de Copas, opera prima y disco autotitulado, vio la luz en 1993. “A decir verdad éramos un grupo que no tenía nombre, bromea Manolo. Nosotros nunca fuimos buenos para eso. Estuvimos jugando con unos nombres muy malos al inicio, entre ellos La Suerte”. “Yo había propuesto Mar, agrega Wicho, y creo que por ahí el nombre As de Copas también había salido”. Al final, cuando tuvieron que presentar el trabajo en una radio, salió el último nombre que habían pensado: Mar de Copas. “No me gustaba para nada”, termina Manolo.

Mar de Copas tiene cinco discos de estudio . “Mar de Copas” (1993), “Entre los Arboles” (1994), “III” (1997), “Suna” (1999) y “Si algo así como el amor está en el aire” (2004). Además de dos discos en vivo, “En Vivo” (2002), un disco doble de sus mejores temas en concierto, y “De Tierra” (2005), un DVD de los conciertos acústicos en el auditorio del colegio San Agustín. Actualmente, han sacado una recopilación de los 18 singles de la banda, el tercer recopilatorio de su carrera, que incluye “Un día sin sexo”, tema principal de la película.


El mercado del rock peruano

Los inicios fueron duros, cuenta Wicho al hablar de la dificultad del negocio de la música. “Nosotros al comienzo alquilábamos el estudio de Miki Gonzáles, nos costaba nuestra plata. En verdad tuvimos la suerte de que un pata trabajaba en esa época en  la librería El Virrey y a insistencia de él se creó un subsello, Eureka Records, para distribuir un producto tan poco ‘vendible’ como era el primer trabajo”. Solo el paso de los años y la consolidación del negocio les permitieron crear su propio sello independiente, MDC Producciones, en 1998.

En efecto, la música de Mar de Copas es de un género único y cultivado durante toda su carrera. Combina el pop rock con una guitarra siempre distorsionada, muchos coros y letras desgarradoras sobre amores perdidos. Sus discos han vendido 50,000 copias, una gran hazaña en un mercado donde el disco de oro se alcanza con 5,000 discos vendidos. “Pero es difícil -explica Wicho- los productores tenemos que inventarnos nuestro trabajo y hay pocos productores de carrera. Por otro lado la piratería mató a la industria. Casi no hay disqueras y cada quien hace lo que puede”.

Mar de Copas llegó a la fama gracias, a que en los años noventa las radios aún pasaban rock nacional. Al igual que Pedro Suárez Vertis, Miki Gonzáles, los Nosequien y los Nosecuantos, y muchos otros grupos y solistas de la escena de entonces, Mar de Copas fue ampliamente radiado desde mediados de los años 90. Esto les ayudó a difundir sus temas y alcanzar la fama.

Pero su nicho siempre fueron las presentaciones en vivo. “El negocio de la música es tocar”, explica Wicho en un momento. “Nosotros tocamos mucho en bares y discotecas -agrega Manolo- pero en la semana tocamos mucho en conciertos grandes, es nuestro oficio y bueno, es algo que paga bien”. Y claro, paga bien cuando se hace bien. Con 17 años de historia, cerca de diez discos en su haber y una sólida base de fanáticos, es el constante trabajo y la consolidación de un estilo propio, los Mar de Copas han logrado el sueño de ser rockero en el Perú y no morir en el intento.


Jóvenes enamorados

“Una vez fui a verlos a Trujillo, y al día siguiente estaba de vuelta en Lima para verlos acá en La Noche. El concierto en Trujillo terminó a medianoche, así que me quedé despierto y a las 5 de la mañana tomé un bus de los que llegan a Fiori. Estuve en Lima a las 6 de la tarde y vine directo a Barranco, ya que el concierto empezaba a las 11”, me cuenta Gonzalo Chalisco en la puerta del local barranquino. Como todos los meses desde hace ya varios años, Mar de Copas regresa al tradicional bar donde buena parte de su carrera se ha desarrollado.

Seguidores no les faltan. En 1999, cuando ya habían alcanzado la fama, Ricardo Rivadeneyra, uno de los muchos entusiastas que habían creado sitios en internet dedicados a la banda, creó La Lista, una lista de correos donde internautas de todos lados comparten experiencias, comentarios y todo tipo de información sobre el grupo. “La cosa se hizo tan grande que, como en todo grupo humano, virtual en este caso, incluso hubo peleas y se separó en dos listas de correos distintas. Y claro, existe una lista regional en algunas ciudades importantes donde hemos tocado”, relata Manolo.

Sin embargo, las listas no son clubes de fans, ni les llenan los conciertos. En el concierto de La Noche del primer viernes de cada mes se aglomeran aquellos fans que mejor conocen a la banda. Tanto jóvenes como viejos seguidores, el local está repleto y es casi imposible moverse entre los cuerpos. Quienes van a esas sesiones conocen bien el repertorio.

“Conozco a Mar de Copas desde hace solo 5 años, esta es la enésima vez que estoy acá porque el ambiente es distinto. ¡Acá están los que tenemos los discos, conocemos las canciones caletas y amamos a la banda!”, explica Patty. El ambiente es de éxtasis. Con cada coro, una oleada de brazos se levantan y más de cien gargantas gritan las letras de “Llévame”, “Dolor del amor”, “Entre los árboles”, “Si algo así como el amor está en el aire” y otros temas ya clásicos, en cerca de dos horas de música sin parar.

En el segundo piso, los mayores disfrutan de unos piqueos y unas cervezas en las mesas. Han coreado esos temas tantas veces. Ahora los escuchan, beben y conversan. Pasan un buen rato.

“Ha habido un recambio generacional, explica Manolo, tenemos 17 años de formados y mucha de la gente que nos siguió al comienzo ahora tiene chamba, esposa e hijos. No siempre tienen tiempo de venir a vernos. Por ahí algunos se juntan a recordar los viejos tiempos. Pero nuestro público es juvenil y eso es lo que nos mantiene en escena”.


Cada fan, una historia

No son estrellas de rock, al menos no es así como se ven a si mismos. Esta actitud les ha permitido hacer amigos entre de sus seguidores y vivir anécdotas que los han marcado como banda. “Nosotros, al menos yo, no somos muy pateros con los fans, pero sí tenemos una relación más cercana que otras bandas”, aclara Toto tras sus característicos lentes de sol.

“Yo sí me he hecho amigo de algunas personas, agrega Wicho, hay una que a veces me llama y me dice ‘voy a caerme por el estudio, te llevo unos chocolatitos y conversamos’, yo lo tomo como un gesto amistoso de cariño. Pero también hay algunos que dan miedo”.

Manolo, el más deseado entre el público femenino, cuenta que más de una vez le han dicho que se han casado con él en sus sueños, o que se enamoraron con su música y se casaron, o que conocieron a su pareja en los conciertos, pero siguen enamoradas de él en secreto. “Ha habido historias con chicos muertos también. Recuerdo una de un chico que murió y que era muy fan del grupo. Su mamá no sé cómo se consiguió mi  teléfono y me llamó a pedirme que le compusiera una canción. Generalmente no me gusta meterme en esos temas, pero me escribió luego un mail detallándome sobre su hijo. Allí escribí una canción, para la misa del año, que después hemos tocado en algunos conciertos”.

Lo cierto es que, tras casi 20 años, Mar de Copas se ha consolidado como una de las bandas más sólidas de la movida rockera peruana. Por supuesto que quienes les llenan los grandes escenarios son los que conocen sus “sencillos”, su canciones más radiables, sus temas más conocidos. Pero también han logrado entrar a la categoría de banda de culto gracias a esos fans que no dudan en seguirlos a todos sus conciertos, que han coleccionado toda su discografía, conocen todas sus canciones y les son fieles hasta el final.

El próximo año se relanzarán con un nuevo álbum. Aunque haya pasado más de cinco años desde su última entrega, Mar de Copas está más vivo que nunca, manteniendo el estilo que les caracteriza y la sencillez de un grupo de amigos que, en el fondo, vive de lo que les gusta.

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