Penosa situación de las mujeres en el medio oriente
La reciente cobertura del caso de Sakineh Mohammadi-Ashtiani, la mujer iraní condenada a lapidación bajo los cargos de adulterio y homicidio, ha dado en poco tiempo la vuelta al mundo. Y tal es la repercusión que ha generado la noticia que el presidente de Brasil, Lula da Silva, solicitó al gobierno de Irán suspender la ejecución, a la vez que ofreció asilo a la condenada. Sin embargo, y a pesar de las buenas relaciones entre ambos países, la petición fue negada.
Sakineh, se encuentra presa desde el 2005 y se le acusa de haber participado en el homicidio de su esposo. Además, se le acusa también de haber mantenido relaciones con dos hombres después de la muerte de su marido. Si bien Sakineh ya cumplió una condena por el crimen de adulterio, en el 2006 recibió 99 latigazos, en el 2007, un tribunal volvió a condenarla, esta vez a muerte por lapidación, por el crimen de homicidio a pesar de no haber suficiente evidencia que la implique.
No obstante, debido al impacto que ha tenido esta noticia en los diarios y a la presión internacional, el gobierno iraní ha pospuesto la sentencia hasta nuevo aviso, lo que si bien ha calmado un poco los ánimos ha puesto de alerta a las organizaciones internacionales ya que al no haberse cancelado la sentencia, la condenada podría ser ejecutada en cualquier momento.
Pero no debemos de dejarnos engañar. El hecho de que el caso de Sakineh haya tenido tal repercusión y haya acaparado por meses las páginas de diversos diarios alrededor del mundo, no quiere decir que sea un suceso novedoso y poco frecuente en el Medio Oriente sino todo lo contrario.
La lapidación es una práctica que se viene realizando desde tiempos bíblicos en los países islámicos. Tanto África como Asia han sido testigos, y lo siguen siendo, de este y otros tipos de justicia islamista, en donde las leyes son estrictas para las mujeres y casi inexistentes para los hombres.
De acuerdo a lo que dice el Corán, libro sagrado del Islam tomado como constitución por muchos países islamistas, la mujer debe ser vista como algo sagrado y su posición dentro de la familia debe ser respetada. Es más, el Corán especifica los derechos, tanto del hombre como de la mujer, a la participación en el gobierno, el divorcio y la sexualidad. Y en todos los casos los derechos son casi los mismos para ambos.
Sin embargo, la interpretación de estas leyes se ha visto tergiversada con el pasar de los años. Cada vez, esa imagen sagrada de la mujer que pinta el Corán se ve más difusa por los fundamentalistas que atribuyen ese carácter sagrado a una extrema segregación de la mujer como único medio de no quebrantar la ley divina.
Casos, casos y más casos
Como
ya se dijo antes, el caso de Sakineh, no es un hecho aislado. En el 2002, 15
niñas murieron en el incendio de una escuela en Arabia Saudita, debido a que la
Policía Moral saudí obstaculizó las labores de rescate e impidió a las niñas
salir de la escuela ya que no llevaban el velo y la túnica para cubrir la
cabeza y el cuerpo. Si bien el gobierno Saudí repudió ese acontecimiento, no se
tomaron medidas conocidas contra los que perpetuaron estos actos.
Sin embargo, es probable que la situación más extrema sea en la que viven las mujeres afganas. Según la ley talibán, vertiente extremista del islam, estas no pueden trabajar, recibir atención médica ni educación, no pueden casarse con un hombre de otra religión, y a no ser que se encuentren acompañadas de sus esposos, tampoco pueden salir solas de sus casas.
Además, están obligadas a usar una burka, pieza de cuerpo entero que las cubre desde la cabeza hasta los pies, bajo la excusa de que de no hacerlo despertarían deseos inadecuados en otros hombres que no son sus esposos. Y claro, para los talibanes, eso es un delito.
Solo con una declaración verbal por parte del marido, una mujer puede ser arrastrada fuera de su casa, juzgada y lapidada en cuestión de horas.
Hasta la fecha no se sabe con exactitud cuántas mujeres han muerto bajo las doctrinas extremistas de la religión islámica. Dado que muchas de estas condenas, y la ejecución de las mismas, se realizan en el acto, sin ningún tribunal de por medio, y son tomados como normales muchos de estos crímenes no son reportados y por lo tanto no se tiene registro de los mismos. Además, los gobiernos de estos países se encargan de que estos pasen desapercibidos para evitarse problemas con los países regidos bajo normas occidentales.
Hasta el día de hoy, tanto Sakineh como miles de mujeres islámicas viven en una situación de incertidumbre constante y es poco, o prácticamente nada, lo que pueden hacer para librarse de dicha situación. Lo único que les queda es esperar que con el pasar de los años las situación poco a poco cambie y quien sabe, quizá sus nietas podrán vivir en un mundo mejor.
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