Para ser obstetriz se necesita sacrificio, amor y cabeza fría. Son los primeros brazos que nos recogieron al llegar al mundo y por eso merecen un homenaje. En su día, les presentamos a una peculiar representante: Avelina Villalobos. Conozca su historia.
Un hospital. Sentada en uno de sus pasillos se puede ver de todo, niños corriendo alegres, personas apresuradas que están a punto de perder una cita importante con el médico, camillas que vienen y van, doctores vestidos con batas blancas conversando. Es un mundo de ciencia y mística que esconde secretos indescifrables para personas como yo. Una señora se me acerca. Su pelo blanco es muestra de sus años y sus ojos, rodeados de arrugas, han sido testigos del milagro más grande: la vida. Ella es Avelina Villalobos, obstetriz que, a sus 86 años, convive con talco y biberones.
Avelina nos recibe en su pequeña oficina del segundo piso del edificio de la Sociedad Francesa de Beneficencia en el centro de Lima. Hoy ya no usa más los guantes de látex ni la bata verde para correr a la sala de partos. Con 86 años a cuestas ya no está para esos trotes. Su blusa guinda y su falda de un blanco reluciente la transforman día a día en la jefa general de obstetrices con cuatro clínicas a su cargo. “Me gusta mucho ver como las técnicas trabajan en los partos pero yo ya no los atiendo. Se extraña un poco la sensación”. Ha pasado más de la mitad de su vida inmersa en el mundo silencioso y tensionante de una clínica donde llegó en 1945 como practicante para no irse más.
“Fui obstetriz porque siempre me gustaron los niños”, afirma. Y esto queda muy claro cuando conversamos de su familia. Madre de tres hijos y abuela de seis nietos, Avelina ha vivido en carne propia el milagro de la vida y ha atendido los partos de todos sus nietos. “Es diferente tener frente tuyo a una paciente que a tu hija. Compartir eso con ella no tiene precio.”
Mientras caminamos lentamente por los pasillos de la unidad de obstetricia, el colorido de las paredes y el peculiar olor que tienen los bebes al momento de nacer embargan el lugar. Después de una operación a la rodilla derecha y con artrosis en la otra, Avelina ya puede emprender carrera de cuarto en cuarto. Cada paso implica un saludo de alguna enfermera, técnica o doctor. Ella es todo un personaje dentro de la clínica.
Motor y motivo
“Desde muy niña me inculcaron el gusto por el trabajo. Cuando mi mama se divorcio de mi papá, mi hermana Enma y yo la ayudábamos en la casa”, cuenta Avelina sentada en la terraza de su casa en Miraflores. Acostumbrada a estar rodeada de su familia, la veterana obstetriz vive con sus tres hijos, dos de sus nietos y la nana de la familia, quien es su compañera y guardiana inseparable.
Su sacrificada labor no fue impedimento para llevar a cabo uno de sus anhelos más grandes: ser madre. “Mi labor era muy sacrificada pero satisfactoria y reconfortante. Pasaba muchas malas noches cuando estaba de turno pero eso no iba a impedir que mi familia fuera lo primero en mi vida. Verlos profesionales con una familia formada era mi mayor sueño y ahora todas las noches duermo tranquila porque cumplí mi misión de encaminarlos y darle las herramientas para que sean lo que son hoy.”
Para Rosario, su hija menor, su madre es un ejemplo de mujer. “Mi mamá siempre fue un ejemplo para nosotros porque realizarse como madre y profesional es algo muy difícil de lograr, especialmente en la época que le toco vivir. Era muy humana en su trabajo que es muy importante, atender el alumbramiento de un bebé es una labor muy significativa”, me contó. Y, aunque durante su infancia, muchas noches mamá no llegaba a casa porque estaba de guardia, hoy sabe que todo valió la pena y lo que implica ser madre.
“Mi ‘Mama Ave’ es la doctora de la familia. Siempre está pendiente de todos”, dice Daniel su nieto menor. Es que para Avelina, sus nietos son como seis hijos más y se preocupa de que no les falte nada. “En la clínica, todos conocen a mis nietos y a mis hijos. Los han visto crecer”. Tanto en el trabajo como en su hogar, la familia ha sido un apoyo incondicional para esta mujer y, al mismo tiempo, ella se ha transformado en el motor y la inspiración de sus seres queridos.
Una jefa singular
Llegamos a su oficina y Marlene, su secretaria desde hace más de 10 años la recibe. La pone al tanto del trabajo del día y se sienta junto a ella para armar el rol de turnos de trabajo para todas las enfermeras y obstetrices de las cuatro clínicas Maison de Sante. “La obstetriz de antes tenía más vocación, ahora solo están pendientes de la hora de salida. Nosotras antes esperábamos que se terminen todos los partos y las labores del día pero hoy el horario rige”, comenta.
Llegamos a su oficina y Marlene, su secretaria desde hace más de 10 años la recibe. La pone al tanto del trabajo del día y se sienta junto a ella para armar el rol de turnos de trabajo para todas las enfermeras y obstetrices de las cuatro clínicas Maison de Sante. “La obstetriz de antes tenía más vocación, ahora solo están pendientes de la hora de salida. Nosotras antes esperábamos que se terminen todos los partos y las labores del día pero hoy el horario rige”, comenta.
Me cuenta que hoy en día, el trabajo de la obstetriz ha cambiado radicalmente. Ellas ya no solo se encargan de traer niños al mundo, sino que ahora también son organizadoras de eventos, como los talleres de psicoprofilaxis (ejercicios pre-parto) y supervisan las escuelas de madres que han ido apareciendo. Pero eso no le resta importancia a la seriedad requerida para desarrollar este tipo de trabajo. “Para ser obstetriz hay que ser bien responsable con lo que haces porque tienes dos vidas en tus manos: la de la madre y la del recién nacido. Tienes que estar siempre pendiente y tener una buena formación”, cuenta Avelina antes de empezar a trabajar con Marlene, quien la ayuda a responder un correo electrónico en la computadora. “Usar ese aparato es muy complicado. Por eso Marlene me hace el favor”, comenta mientras se rie.
“Mi jefecita es muy buena. Siempre está pendiente del personal, cómo trabajan, sus conocimientos…todo. Creo que con el cargo que le han dado a la señora Avelina, la clínica reconoce su labor durante todos estos años y eso le debe causar una gran satisfacción”, opina Nora Reyes, jefa de obstetrices de la Maison de Sante de Lima y compañera durante años de Avelina. Se nota en el tono de su voz y en sus ojos fuertemente maquillados una admiración y un gran cariño hacia su ‘jefecita’.
Un niño especial
23 de mayo de 1949. Avelina se encontraba de turno en la sala de partos cuando una señora irrumpió en la tranquilidad del lugar. “Está por dar a luz, pero solo quiere que la atienda el doctor”, recuerda que decían sus compañeras. No había tiempo que perder. Avelina se acerca a controlar el estado de la mujer, quién no para de exigir a su médico que se encontraba en otro hospital. “Era una señora un poco especial. Aunque le dijéramos que el doctor ya estaba en camino no dejaba de molestar”, comenta.
Ya no podían esperar más. La mujer se encontraba sola, su esposo estaba encarcelado por problemas políticos y no tenía en quien apoyarse. Avelina se prepara para un atender un nacimiento más, sin saber la sorpresa que se llevaría 36 años más tarde. Después de un arduo trabajo de parto, la obstetriz que en ese entonces tenía 25 años recibió en sus brazos a un varón. El médico, cuando llegó al cuarto de la nueva madre, escuchó muy buenos comentarios acerca de la labor realizada por la joven. La madre: Nytha Pérez de García. El pequeño: Alan Gabriel Ludwig García Perez, futuro presidente de la República.
El 24 de Junio, la Sociedad Francesa de Beneficiencia cumplió 150 años en el Perú y lo celebró en grande. En un evento realizado en el hotel Sheraton, Avelina recibió una condecoración por parte de la institución agradeciéndole por haberle regalado a la clínica más de 60 años de su vida convirtiéndola en Obstetriz Honoraria. Lo que ella no esperaba es que fuera el mismo presidente García quien le entregara la medalla acompañado de su madre y de su hijo, Federico Dantón. “Nos encontramos mi madre, la persona que me atendió en el momento del parto y quien habla. Es un hecho inédito”, fueron las palabras del Alan García aquella noche.
Dice nunca arrepentirse de nada de lo que ha hecho, aun si los niños que trae al mundo no se conviertan en buenos presidentes. ”Muchas veces rezo por él, para que no cometa las mismas barbaridades que hizo en su gobierno anterior. Me siento un poquito madre de cada niño que vi nacer.” Sentada frente a mí Avelina queda en silencio, pensando en todos los hijos que debe tener.
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