miércoles, 15 de diciembre de 2010

El romántico del fútbol



Entre tanta mezquindad, vos como un niño jugás
No usa tiza, usa pincel
¡Imaginación al poder!
(letra de la canción Angelito de Ber Stinco)




Cada vez que se queda sin equipo su nombre suena fuerte para dirigir en el Perú. Cuando  reció a Huracán, su llegada a Universitario  fue un rumor que fácilmente podía ser verdad, por la ligazón emocional con el club crema. Ahora que dejó la dirección técnica de River Plate, dicen que podría llegar al Cesar Vallejo o al Sporting Cristal. Él nunca descarta nada, solo sonríe y dice que va donde mejor se sienta. Casi sin preocupaciones. “Siempre tuve la suerte de hacer lo que quería, o bueno casi siempre”, me dijo el año pasado en Buenos Aires.  Si hay un hombre que intente quitarle el ritmo frenético y devolverle la pausa, tanto al fútbol como a la vida, ese es Ángel Cappa.

La esencia  del fútbol

No hay que ser muy viejo, ni  erudito en fútbol para saber que algo ha cambiado en este deporte. Además del estilo de juego, hoy se  mueve más dinero que pelota y  los jugadores son más productos  que  personas. El fútbol por ratos es  un negocio antes que un juego. En este contexto, Cappa es de los  pocos  que luchan por rescatar la esencia del deporte rey. 

“En el fútbol actual lo primero que le arrebatan al jugador es el placer de jugar”, dice.  Los equipos de Cappa se distinguen por   un vistoso estilo de juego. Ese de pases y toques. Ese que le impregnó por ejemplo a Huracán, un equipo chico del campeonato argentino y eterno candidato al descenso.  Hasta los rivales reconocían con cierta envidia  y alegría escondida el buen futbol del equipo sensación del torneo Clausura Argentino del 2009. 

 “Yo soy un seguidor del buen futbol”, dice. Y ¿Qué es buen fútbol?, parece ser una pregunta que siempre lo encoleriza pero que disimula con atino.  Dice que no es necesaria una definición, quizá porque tampoco fue importante para él. Lo único que hizo fue crecer viendo a grandes jugadores, que dice todavía tiene la suerte de ver. Jugando al fútbol en su natal Villa Mitre. Eligiendo en las pichangas de barrio al que mejor trataba al balón, simplemente porque ese era el que te podía hacer ganar y porque eso era el futbol: jugar,  divertirse.  

Cada vez que se le critica por no haber conseguido grandes títulos en su carrera dice que no es que no importe el triunfo. Lo que pasa es que también es importante la forma en la que se juega. De hecho,  sus títulos más valiosos los consiguió como ayudante de José Mennotti en Barcelona y de Jorge Valdano, en el Real Madrid; pero eso no parece molestarle. Es el fútbol resultadista, en el que vale todo para ganar, el que lo enfada,  y por eso defiende al pase como lo fundamental del juego.  Ese toque mágico que enamora los ojos de cualquiera que guste de futbol. Bien podría definirse  a  Cappa como  un romántico del futbol.  

La política entra a la cancha 

No solo su visión del fútbol es distinta, a diferencia de otros técnicos monotemáticos, Angelito, como le dicen sus amigos, habla de política casi tanto como de fútbol. Dice que podría quedarse a charlar hasta la madrugada sobre este tema. 

Se define como izquierdista, aunque la militancia la dejó en los 70, época en la que admiraba al Che y creía en un mejor lugar para vivir. Reconoce que el mundo no es el mismo, como tampoco es lo mismo el fútbol de hoy. Traslada el interés político al deporte y hace un símil entre estilos de jugar al fútbol y sistemas políticos “Las gambetas no son de izquierda o de derecha, pero si en cierto sentido . A la derecha no le importa el contenido. Vale todo para ganar dinero. En cambio la izquierda tiene otros intereses que no son estrictamente el resultado, sino la forma”.
Quizá toda esa construcción de su forma de ver al fútbol y a la vida  la concibió cuando jugaba de volante central  en el club Olimpo de Bahía Blanca, su lugar de nacimiento, y al mismo tiempo era profesor. Había estudiado filosofía y psicopedagogía. Por ambas actividades ganaba cerca de 200 dólares.  Ya luego vendría la dictadura militar que lo alejaría de su querido barrio. Tuvo que  exiliarse en Madrid donde la única pertenencia que tenía era un teléfono en el suelo de una casa vacía. Eran épocas duras.

Cappa cree que hoy nadie tiene tiempo para charlar, para sentarse y tomar un café.  Para él  nuestro  mundo va demasiado rápido y esta forma de vida está arrastrando al futbol a un estilo muy distinto de cómo se entendía antes. A veces cuando su mirada se pierde, parece buscar un lugar propio, algo que lo aleje de la frialdad de Buenos Aires y de la velocidad con  que se mueve todo.  Necesita una pausa. 

Cappa y el hincha

Es por ratos extremadamente amable. Casi le apena decir que tiene solo cinco minutos para conversar y ofrece un nuevo día para conversar.  Igual, se da el tiempo de bromear con su asistente “Fatiga” Russo, antes de iniciar la entrevista.  Es de los que inspira respeto y  refleja  por ratos una tranquilidad  que es engañosa,  y que abandona cuando dirige un partido de futbol. “Cagones”, fue lo que gritó cuando perdió la final contra Velez Sarfield en el Clausura 2009 del campeonato argentino.

 “¿De dónde sos?”- dice el técnico argentino. De Perú, respondo. “Ah, mirá… hincha de Universitario, por supuesto”, agrega. El verbo florido que derrochó en la final del clausura argentino ya lo había derramado en canchas peruanas, exactamente en el Mansiche de Trujillo, cuando con la U gano la final por el campeonato del Torneo Apertura 2002 frente a Alianza Lima.  “Contra todo y contra todos hijos de puta”, fue lo que dijo cuando en la final del Torneo Apertura del 2002 ganó el campeonato con Universitario de Deportes.  

Sin embargo, podría decirse que su  ligazón con el Perú y específicamente con la camiseta crema se firmó antes. En su primer partido como técnico de la crema les dijo a sus jugadores que defiendan el empate que estaban consiguiendo frente al Aurich en Chiclayo. “Chemo” del Solar y compañía no le hicieron caso, se fueron al ataque y ganaron 2 a 1. “Desde esa vez se que la camiseta de la U es especial y se defiende hasta la muerte”, dijo alguna vez. 

A partir de aquel campeonato la hinchada crema le reconoció el esfuerzo y aún en los comentarios de las personas se puede reflejar el cariño intacto. Sin embargo, el equipo peruano no es el único en el que Ángel dejó una huella emocional. 

 Es difícil ganarse el respeto del fanático pero Cappa parece haber encontrado la fórmula  tratando de que sus equipos simplemente jueguen fútbol.  Las personas de Parque Patricios, el barrio al que pertenece el club Huracán le confeccionaron una banderola que llevaban los domingos a la cancha. Gracias Cappa, se podía leer en ella. Ahora que se fue de River el capitán Matías Almeyda le dedico el triunfo frente a Boca. No todos los técnicos pueden jactarse de tener una canción como la que le hizo el compositor argentino Ber Stinco, titulada “Angelito”. “Un entrenador y el equipo trabajan para la gente”, dice tratando de disimular su alegría con un poco de humildad.
 
Ángel Cappa es uno de los últimos románticos que le quedan a este fútbol de sociedades anónimas, inversionistas y empresarios. En sus ojos tiene un brillo especial. Ese que tienen los que andan tranquilos con lo que se hizo. Así parece ser él, un pedazo amable del pasado. Ese recuerdo bonito del fútbol de ayer, que a veces dice presente con un buen pase o una jugada que roba alguna sonrisa..

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