martes, 14 de diciembre de 2010

El arte de llevar a cabo una acción

La pasión de Elizabeth Wurst es el arte. La manera en la que le brillan los ojos cuando narra sus proyectos refleja la emoción que el tema le genera. Y no es para menos. Hace dos meses se inauguró la exposición ‘Playing the city’ en la famosa galería de arte Schirn -en Frankfurt- y fue la más joven de los veinte artistas que expusieron su trabajo.


“Es la primera vez que el curador de la galería apuesta por algo vanguardista”, dice con respecto al tema de la exposición. Y es que esta muestra no se ciñe al concepto de ‘exposición de arte’ que todos manejamos – una sala, cuadros, esculturas, etc. –.  La idea es transformar la ciudad en un espacio colectivo configurado por diversas situaciones propuestas  por los expositores para generar interacción con los espectadores.

Para lograr esta interacción, tanto ella como los demás expositores realizarán performances en las calles de la ciudad, acoplándose así al paisaje urbano. “Una performance es una acción hecha por un artista que quiere transmitir un concepto. En ella, a diferencia de la pintura o escultura, el artista es sujeto y objeto, se usa el cuerpo como vehículo para transmitir una idea”, nos cuenta, “ahora los artistas tienden a buscar cercanía a la gente, buscan apropiarse de los espacios públicos”.


El arte de crecer

Desde chica Elizabeth, o ‘Lizy’ como le dicen quienes la conocen, disfrutó relacionarse con todo tipo de personas,. A su padre siempre le pareció  sorprendente la facilidad con la que entablaba conversaciones con personas que recién conocía. Quizá sea por eso que disfruta tanto este tipo de arte interactivo. Sin embargo, no siempre fue así. Durante su niñez, las clases de dibujo fueron siempre una constante. En estas se dedicaba a reproducir fotos y objetos que encontraba en los libros de su profesora. En los años que siguieron descubrió otra manera de usar la pintura. Esta se transformó en una forma de expresar lo que tenía en la cabeza,  un canal que plasmaba su manera de ver al mundo.
                               
En el colegio los profesores de arte coincidían en que el talento que poseía era innato y que debía aprovecharlo al máximo. En el 2004, al terminar el bachillerato alemán, se preparó para postular a la universidad de arte de Berlín, pero primero debía elaborar un portafolio con sus trabajos y se contactó con el artista Enrique Polanco. “Estaba preparándose para ingresar a dos universidades, le enseñé pintura. Su técnica era muy expresionista, usaba mucho color”, recuerda el artista. “Conforme avanzamos con el cartapacio, comenzó a enfocarse en un tipo de pintura más trabajada y en una técnica mas limpia”, agrega.

No logró ingresar a la universidad de Berlín pero le ofrecieron una vacante en la universidad de Colonia para estudiar historia del arte. Allí estuvo tan solo un año. Si bien la carrera era interesante no le daba mucho espacio para hacer lo que le gustaba: pintar. “Para mí, la pintura fue siempre súper importante, representa quién soy y cómo me veo”, afirma.  

Obtuvo una cita con un profesor de la universidad de arte de Braunschweig. “Llevé diversos acrílicos, pinturas ya listas”, nos cuenta.  Sin embargo, lo que llamó la atención del profesor no fueron las pinturas sino un cuaderno lleno de garabatos y bosquejos en los  que Wurst había dibujado, a lapicero, diversos retratos. “Eso es que quiero ver, presenta esto cuando postules”, le dijo. A partir de ese momento se dedicó a dibujar. ”Me sentaba en la estación de tren, veía a la gente y pintaba por horas”, comenta. El resultado fueron cuatrocientas páginas de bosquejos. Luego de pasar una preselección, una entrevista y una prueba artística ingresó, en el 2006, a la universidad de arte de Braunschweig. 


Al otro lado del charco

Cuando llegó a la universidad comenzó pintando espacios grandes, murales. “Pintar algo tan grande compensaba que me sintiera tan pequeña en Alemania”, dice.  Si bien en Lima un metro sesenta es considerada una altura promedio, en Alemania esta por debajo de la media. Sin embargo, esto no significa que Elizabeth pasara desapercibida en el salón de clases o en las calles. 

Lizy es espectacular, está llena de vida y energía y disfruta esparciéndolas entre las personas que la rodean”, cuenta Nadia, su compañera de apartamento, “además, toda esa energía se ve plasmada en su trabajo cuando crea situaciones absurdas para poner en tela de juicio diversas prácticas sociales”, agrega.

Un día en que estaba terminando de pintar un mural, se dio cuenta de que algo faltaba, la parte de abajo estaba incompleta y no se le ocurría nada que ahí pudiera pintar. “Pensé ¿por qué no completar la pintura con mi cuerpo? Salí del salón y repartí invitaciones por toda la universidad que decían: performance en diez minutos. Llamé a Nadia y le dije: estoy a punto de hacer una performance, necesito que la grabes”. La gente fue llegando al salón y ahí encontraron a Elizabeth, desnuda, ocupando el lugar que faltaba pintar. Luego de esa experiencia, la manera en la que se aproximaba al arte cambió.

El video es un factor importante en cualquier intervención que realiza.”Ya no es una herramienta lejana, todo el mundo puede usarla. Permite que cualquier persona lleve a cabo y participe en el proceso, no solo el artista”, comenta. Es el instrumento perfecto para lograr lo que busca. “Quiero explorar la calle, la gente, el sonido”, nos dice. Si bien le sirve para tener un registro del su trabajo, su función principal es involucrar a los transeúntes en la acción, ya que durante sus performances no es raro que le de la cámara a una persona que cruza o que está viendo lo que ocurre. “Les doy la cámara y en cierto sentido los hago responsables de una parte de la acción, ellos son parte de lo que ocurre”, comenta.


Ser diferente, ir más allá

Y fue precisamente el uso de esta herramienta lo que la llevó a participar en la exposición de la galería Schirn. Hace un año hizo un proyecto en Braunschweig del se convirtió una performance, esta fue documentada en video y este video fue expuesto en una galería de arte en Frankfurt.  Al parecer Mathias Ulrich- curador de la galería- lo vio y le pareció interesante, averiguó sus datos y la contactó invitarla formar parte de la muestra.

Luego de la inauguración, durante la conferencia de prensa, el director del museo habló acerca de cómo era el artista, de cómo era importante que hagan, que sientan, que se irriten. Hablaba mucha teoría con el fin aparente de elevar el rol del mismo, ponerlo en un pedestal como si este fuera un superhéroe. Al escuchar esto sintió la necesidad de romper con la jerarquía impuesta por el discurso que todos acaban de escuchar. “Se me ocurrió que sería absurdo e interesante bloquear a salida, bajar el concepto de artista que acababa de ser presentado”, cuenta. Así que al término de la conferencia se echó en el piso bloqueando la salida. Asistentes a la exposición, periodistas y hasta el director del museo tuvieron que pasar por encima de la artista, esta vez fue el artista el que estuvo por debajo de cualquier persona.

Y es así como ahora se encuentra dentro de la lista de los veinte artistas que expondrán sus trabajos en la misma galería que ha albergado las obras de   Frida Kahlo, Picasso, Henri Matisse, entre otros.

Pero a pesar de todo lo bueno que está consiguiendo en ese  país no planea quedarse ahí para siempre. “Me gustaría conectar lo que hago aquí para poder aplicarlo a una realidad como la peruana, sería interesante llevar mi práctica a Perú”. “La performance da muchas más posibilidades que las que te da poner una idea en un lienzo ¿Para qué crear un objeto de cuatro lados, bidimensional, si puedes crear situaciones, tocar temas importantes?”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario