jueves, 9 de diciembre de 2010

La vida conforme a lo que dices

Perfil del Padre Felipe Zegarra Russo

No tiene carro y no viste de sotana. Es de esos curas modernos, según la calificación de muchos de sus alumnos, y sigue la Teología de la Liberación. Pero lo que caracteriza al Padre Felipe Zegarra, por sobre todo, es la coherencia de sus actos con lo que enseña, lo mismo que él pide al momento de dirigirse a la juventud de hoy.
Nació en 1938, vivió en Miraflores y como siempre empieza contando en sus clases de Teología él era un muchacho cuya familia tenía mucho dinero, pero dejó todo atrás para convertirse en cura y seguir su vocación. Luego de estudiar en Europa, regresaría a los 27 años a Perú y comenzaría su vida entregada al bienestar de las personas.
De joven, en quinto año de la escuela secundaria, su abuela falleció. Este hecho  desencadenaría en él un estado depresivo, del cual se dio cuenta no era productivo seguir. Las posibilidades estaban frente a él, pero dejó pasar muchas. “Surgió la posibilidad que fue más que todo una decisión tomada en su momento, la de ser cura”, señala. Una decisión que no podía estar equivocada, porque fue analizada y pensada con detenimiento. Es así, sin más líos, que comenzó sus estudios en un Seminario en Santiago de Chile.
Con solo 17 años ya se encontraba en un país extraño, en donde estudiaría Teología en la Pontificia Universidad de Chile. Pero más que ser un alumno de excelentes notas, Felipe Zegarra se dedicó a los cursos que se especializaban en la Biblia y el futbol. Tanto así que descuidó lo demás, en realidad, no le importaba lo demás. “Le gustaba conversar con las personas y siempre fue alegre y amiguero”, comenta Amet.
Amet Manyari es asistente del curso que Felipe Zegarra dicta en la PUCP, tiene apenas 20 años, pero es una persona seria y con ademanes de un viejo sabio. Él ha tenido la dicha de participar en cursos de Teología que se llevan a cabo en febrero y agosto. Y ahí pudo apreciar que tanto Zegarra como Gustavo Gutiérrez tienen una amistad muy fuerte. “Gustavo confía mucho en Felipe y uno nota la cercanía de ambos”, señala Amet.
Y es que los dos se conocen desde hace más de 20 años. Desde el artículo que escribiera Gutiérrez que más tarde se convertiría en el escrito de la Teología de la Liberación. Fueron años primerizos, en donde se realizaron reuniones grupales para analizar los artículos. La visión que Felipe asumió fue más que todo educacional. Agregándole una catequesis más social.
Hoy, el Padre es parte de la Diócesis del Callao, y se ha convertido desde el 2000 en el párroco del “Buen Pastor”, ubicada en la urbanización Boterín en el Callao. Pequeña, con capacidad no más de cien personas, se encuentra en una zona pobre y reflejo de todo lo que explica en sus libros.
Llegar parece una tarea algo imposible. Si vas por la calle y preguntas sobre el padre de la parroquia dirán seguro “Es un hombre muy serio ¿verdad?”. Pues sí. Los mecanismos del padre no son nada ortodoxos. Él llegó a establecer un orden, “lo primero que tuve que hacer fue organizarlos”, señala Felipe. Con esto se refiere a inculcarles los modales básicos. Si estás en misa, presta atención, ve constantemente y, sobre todo, no hagas ruido.
Luis Briseño bien lo sabe, conoce a Felipe Zegarra desde hace más de 10 años, él ahora tiene 21 años. Comenzó siendo acólito de un padre Suizo previo a Zegarra. “Felipe tiene sus tácticas al momento de dar la misa. Por ejemplo golpea la puerta de madera con su mano para que así la gente empiece a prestar atención. Claro que intimida a la gente, pero los que están acostumbrados a sus métodos ya no se asustan”, señala en tono de broma.
Su labor, como párroco podría ser más representativa. Una crítica en contra de él, es su distanciamiento con las personas de la comunidad. “A veces no les da mucho tiempo a las personas, tal vez no tiene mucho contacto con la gente. Pero es que aquí la gente está acostumbrada a que el cura los persiga puerta a puerta y Felipe no es de esos. Él da las herramientas, que tu las quieras utilizar es tu decisión. Los que están dentro, como yo, saben cómo trabaja y que si él no trabajara como lo hace no tendríamos parroquia”, concluye.
La misión del Padre Felipe Zegarra no se basa en ser un guía espiritual, sino que quiere que las personas desarrollen sus propias habilidades. Es por ello, que a la parroquia podrán llegar personajes ilustres, teólogos extranjeros como invitados, para que todos estén atentos a las nuevas propuestas y perspectivas que se le da a la fe en diferentes partes del mundo.
“A mí lo que me preocupa, en una sociedad plural como la nuestra, más que la pérdida de la fe en la iglesia de los jóvenes, es que la gente reflexione sobre sus propias actitudes, la gente joven, la gente de la universidad. Lo que quiero es que cada uno se conozca a sí mismo y entienda su vocación y viva conforme a ella coherentemente”.
Felipe Zegarra no espera que todo el mundo crea en la Iglesia que él cree, pero sí que la decisión que tomemos sea lógica y represente todo lo que creamos para poder llevar una vida conforme a lo que predicamos. Sí, Felipe es una persona que a primera impresión puede intimidar por su voz fuerte y su mirada adusta. Pero él es de esas personas que no necesitan hablar para hacerse conocer, solo basta ver su obra del día a día. 

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