Cárteles mexicanos luchan por todo el país
La guerra, que lleva ya tres años, se ha cobrado 28mil vidas, la mayor parte por ajustes de cuentas.
Los cárteles se han multiplicado y ahora luchan por el control de un mercado interno. Tienen presencia en todo México y exportan su violencia a países sudamericanos.
México está en guerra. Hace cuatro años, en diciembre de 2006, el presidente Felipe Calderón declaró formalmente la guerra a las mafias que desde hace dos décadas controlan el mercado de las drogas en el país. Desde entonces, más de 22mil personas perdieron la vida hasta julio de este año. Se teme que este año la cifra de muertos supere los 8,500.
Los orígenes
Los orígenes de la violencia en México se remontan a la década del ochenta. En 1982, el capo de la mafia de Medellín, Pablo Escobar, controlaba el 80% del mercado de la cocaína en el mundo. Ese año, el presidente estadounidense Ronald Reagan creó la South Florida Task Force y con una serie de operativos neutralizó el principal canal de distribución de narcóticos por mar hasta Miami. Los colombianos tuvieron que encontrar una nueva ruta.
México tenía ya una infraestructura montada para traficar con narcóticos. El origen de las mafias mexicanas se remonta al ex agente de la Policía Federal, Miguel Angel Félix Gallardo, “El Padrino”, quien a inicios de los años 80 controlaba la totalidad del tráfico de marihuana y heroína a los Estados Unidos. Nacido en Sinaloa, “El Padrino” era el capo de los capos y líder del cártel de Guadalajara. A través de una conexión hondureña, Félix Gallardo contactó con Pedro Escobar.
Para mediados de los años ochenta, un fluido negocio de cocaína había sido establecido: producida en Colombia, la coca viajaba a México y luego era contrabandeada a Estados Unidos a través de la frontera. Al inicio, los mexicanos recibían grandes cantidades de dinero por el trabajo. Pero hacia finales de la década la forma de pago mutó a entre el 35% y el 50% de los cargamentos de coca que entraban al país.
“El Padrino” mantuvo un perfil bajo hasta 1987. Para ese entonces el negocio había crecido sustancialmente y hubo la necesidad de dividir al país en diversos territorios para aumentar la eficiencia de la distribución. Ese año se reunió con los jefes de las distintas familias e su casa de Acapulco y entregó territorios. Con esta “privatización” del narcotráfico, el capo esperaba dispersar responsabilidades y acomodar mandos hasta el momento desconocidos por la Drug Enforcement Agency (DEA), la agencia antidrogas estadounidense.
Tijuana sería entregada a los hermanos Arellano Félix. Ciudad Juárez pasaba al control de la familia Carrillo Fuentes. Juan García Abrego recibía el control del Golfo de México, mientras que la costa del Pacífico pasaba a manos de Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García, que constituían el cártel de Sinaloa. Así se establecieron los cuatro cárteles principales en México. Félix Gallardo se mantenía como el hombre fuerte hasta su arresto en 1989. Seguiría dando órdenes por teléfono celular hasta su traslado a la prisión de máxima seguridad de Altiplano, al sur del Distrito federal.
Durante los años 90 los cárteles consolidaron su poder e influencia y mantuvieron una tregua mientras el negocio prosperaba. A la vez, los cárteles de Medellín y Cali perdían control e influencia, con lo que México se convirtió en poco tiempo en el foco del narcotráfico en América Latina. Colombia seguiría siendo un gran exportador, pero las rutas y la mayor parte del dinero estaban ahora en manos de los mexicanos.
Los cárteles
La escalada
Dos factores cambian la situación y producen la escalada de violencia en la que el país se encuentra actualmente. A partir del año 2001 se intensificó el control en la frontera estadounidense. Por otro lado, una baja en la demanda de marihuana y cocaína en el mercado estadounidense propició el aumento de un mercado dentro de las fronteras mexicanas. Los cárteles ya no solo luchan por rutas de exportación, sino por posiciones dentro del país.
La situaciones cambiantes han producido fraccionamientos dentro de los mismos cárteles, y esto ha creado a su vez nuevos escenarios de violencia. Un caso emblemático fue el de los Hermanos Beltrán-Leyva, socios de Joaquín Guzmán Loera y co-líderes del cártel de Sinaloa. La detención de Alfredo Beltrán-Leyva en 2008 produjo la escisión de la organización y la fundación del cártel Beltrán-Leyva.
Lo mismo sucedió en 2005, en Michoacán, cuando el grupo de La Familia Michoacana, brazo armado del cártel del Golfo, formó su propio cártel. Lo mismo haría el otro grupo armado del Golfo: los Zetas. Ex miembros de las fuerzas especiales del ejército, este grupo fue contratado en 1998 para defender los intereses del cártel, pero a partir de 2008 asumirían el control de casi todos los territorios que antes pertenecían al Golfo.
A finales de 2006, el nuevo presidente, Felipe Calderón, declara formalmente la guerra del Estado contra los narcotraficantes. Las primeras operaciones inician en el Estado de Michoacán, contra el cartel de La Familia Michoacana, y en Tijuana, con el fin de capturar a los cabecillas y desbaratar el negocio.
Desde entonces la violencia ha ido en aumento. Las cifras del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, la agencia de Inteligencia mexicana, muestran que entre 2007 y 2010, unas 28mil personas han muerto, entre sicarios, fuerzas armadas, policías y civiles. En tres años de guerra, ha habido cerca de mil enfrentamientos registrados, esto es, en promedio, un enfrentamiento diario. Asimismo unos 20mil agentes del cártel del Golfo, 18mil del cártel del Pacífico, 12mil del de Juárez, y 9mil de los Beltrán-Leyva han sido capturados, según las cifras oficiales.
Solo en el 2010, más de 10mil personas han perdido la vida en las calles de México. De ellas, solo 52 son militares y 637 pertenecen a la policía. De los 32 estados de México, el más violento es Chihuahua, con 2,797 asesinatos. Le sigue Sinaloa, con 1,795 homicidios. En Guerrero se han producido 786 muertes; en Durango, 700; en Tamaulipas, 653; y en Nuevo León, 524.
Pero el negocio sigue
La violencia no ha significado pérdidas económicas para los narcotraficantes. Al contrario, el negocio se ha hecho más lucrativo. El mercado abarca los 35 millones de consumidores de Estados Unidos y los más de 6 millones en México. Existe demanda constante y precios que van en aumento a causa de los decomisos y acciones del gobierno. En estas condiciones, las mafias de las drogas mueven unos 29mil millones de dólares al año, 90% de los cuales llegan de Estados Unidos.
El resultado es un país atrapado en un escenario de guerra no convencional de proporciones inauditas. Los narcotraficantes están en todos lados. Corrompen funcionarios públicos, financian medios de comunicación, se legitiman a través de acciones benéficas hacia la población. Pero en un lado más siniestro, son capaces incluso del asesinato de menores de edad, que ha superado los 250 este año, con tal de presionar al gobierno y recuperar la impunidad con la que operaron en los años ochenta y noventa.
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El Perú en la mira de los narcos del mundo
Cárteles mexicanos controlan el 80% de las rutas de la coca peruana
El Perú está en la mira del mundo. Según un informe de Perú.21, de las 317 toneladas anuales de cocaína que nuestro país produce, solo 20 son incautadas por las fuerzas del orden. En comparación, en Colombia se incautan 190 de las 430 toneladas anuales que se producen. En Perú, un kilo de coca cuesta alrededor de 1,500 dólares. El mismo kilo puede llegar a costar 150mil dólares en mercados como el asiático.
En nuestro país operan tres cárteles mexicanos, Sinaloa, Juárez y Tijuana. Los mexicanos monopolizan el 80% de las rutas de salida de la cocaína peruana, para la exportación a Europa y a Estados Unidos. La presencia de los narcotraficantes mexicanos está asociada a sus formas de violencia: ajustes de cuentas con sicarios y enfrentamientos con las fuerzas del orden, así como la extorsión y el secuestro.
En declaraciones a Perú.21, Gustavo Carrión Zavala, ex director de la Policía Nacional, explicó que en unos cinco años los niveles de violencia entre mafias podrían ser comparables con los mexicanos.
“Mientras el Perú sea el mayor exportador de cocaína mundial, corremos el riesgo de que las mafias de todo el mundo sigan estableciéndose y se intensifique la lucha de las mismas por el mercado. En unos cinco años nuestros niveles de violencia entre mafias podrían llegar a niveles comparables con los de México si no se hace algo al respecto.”
Ante esta perspectiva cabe preguntarse si un plan de ayuda como el de Estados Unidos a Colombia es una salida posible. El Plan Colombia consiste en ayuda económica directa, pero también en la instalación de bases norteamericanas en puestos claves para la lucha contra el narcotráfico. Desde el inicio del plan, en 1999, se han reducido a un tercio las tierras de cultivo de cocaína y se ha invertido cerca de 5mil millones de dólares.
No obstante, los críticos consideran que lo que se ha logrado es aumentar las ganancias de los narcotraficantes y enviado el problema a los países vecinos. Aunque la producción colombiana de cocaína se ha reducido, este país sigue abasteciendo el 55% de la coca que entra a México, en oposición al 32% que representa el abastecimiento peruano.
Desde el inicio del Plan Colombia, la producción peruana de cocaína ha aumentado exponencialmente hasta posicionarnos como el primer país productor del mundo. Las mafias de las drogas del mundo miran ahora a nuestro país como proveedor y poco a poco se establecen y hacen negocios. Estamos, entonces, ante una elección entre la intervención norteamericana al estilo de Colombia o el presente de violencia a la mexicana. Por el momento, la tercera vía, de los cultivos alternativos a la coca, se muestra brumosa, pero bien llevada, podría ser la salida más pacífica.
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