El skate siempre ha estado relacionado en mi subconsciente con admiración y dolor. Mucha admiración. Mucho dolor. Pero no puedo culpar al deporte, sino a mi torpeza congénita. De todos modos, no dejo de estar fascinado por aquella actividad y, de tanto en tanto, cuando tengo tiempo libre, el día es claro y me siento claustrofóbico por estar mucho tiempo encerrado, asisto a los pequeños torneos que se dan en el skate park de Miraflores, siempre alejado de la pista. Este no fue el caso en el primer campeonato Converse Perú, donde me infiltré un poco más al fondo al corazón de las tinieblas.
No es de extrañar que un gigante del calzado organizara un campeonato, el mundo del skate está íntimamente relacionado a la moda; los skaters son una tribu relativamente homogénea y la ropa es su uniforme. Es muy probable que puedas identificar a un skater sin verle el skate: pantalones anchos o pegados, dependiendo si es un “panqueque” o no, polos de colores pasteles de marcas como “Circa” o “Element” y un imperdible gorro son los rasgos más evidentes. No nos olvidemos de las zapatillas, especialmente diseñadas, desde la suela hasta el empeine, para montar skate y que, debido al abuso al que son sometidas, tienen que ser reemplazadas casi cada mes. Si bien no es un nicho comercial muy grande, es atractivamente leal y recurrente.
Es por eso que, cuando me acerco al campeonato, me siento ligeramente fuera de lugar. Como un espía incompetente en medio de una infiltración destinada al fracaso o un travesti sin maquilla. En medio de la multitud me siento incomodo y solo, esta es la barrera entre los que son skaters y no, los que hablan su lenguaje y los analfabetos.
El torneo está bien organizado, haciéndose evidente la importancia que la empresa Converse le ha dado. Hay casi suficientes bancas (lo cual es mucho mejor que otros torneos)), podios y la infaltable ambulancia. Incluso han contratado al DJ Thomas Young, reconocido dentro de este circuito, que descarga hip hop, rap, electrónica y otros estilos de música a través de sus parlantes. El campeonato estará dividido en tres categorías: amateur, Pro (profesionales) y mujeres.
Le expreso mi sorpresa, de feminista herido, a una persona que se ha sentado a mi costado, que inmediatamente se da cuenta de mi ignorancia.
“Desde un principio el deporte ha estado más desarrollado entre los hombres” me explica, “es injusto pedirle a las chicas, que recién empiezan a meterse en el skate, que compitan con gente que lo ha practicado más. ¿No es lo mismo en otros deportes?”
Termina el periodo de calentamiento y todos los skaters salen del terreno de competición
Mi interlocutor amablemente me siguió explicando
“El torneo es por rondas, también llamadas pasadas; en este estilo, el street, la mayoría de los trucos se hacen desde el suelo. Por ejemplo” me dijo mientras señalaba a un skater que saltaba en el aire mientras su skate daba un giro “ese es un flip”
Le pregunté cómo se calificaba
“Lo califican tres jueces” haciendo un ademán en la dirección donde estaba el podio “depende que tan limpio hagan sus pasadas; definitivamente la calidad de los trucos y si no te equivocas y te caes ganas más puntos”
Los skaters salen uno por uno. Saltan, hacen trucos y piruetas en el escenario, el público les corresponde con aplausos. Algunos, como yo, aguantan la respiración cada vez que, por instantes, quedan flotando por el cielo, y solo lo sueltan cuando caen sin accidentarse; otros gritan eufóricamente. El placer es parecido a ver un acróbata en el circo, la diversión proviene de coquetear con la muerte. Pero a diferencia de un circo, es el espacio urbano, nuestro entorno habitual, el que es transformado. Lo cierto es que, en el Perú, nadie se ha muerto montando skate; asumo que, si tomara el deporte en serio, posiblemente sería la primera víctima.
El ganador en la categoría de profesionales es Guillermo Vascones, considerado por muchos como el mejor del Perú y participante incluso de torneos en los Estados Unidos (la Meca de los skaters); el premio, 2000 soles, una suma nada deleznable si tomamos en cuenta que en la mayoría de torneos del Perú los premios, si son en dinero, muchas veces no pasan los tres dígitos, de otro modo, son objetos como tablas, zapatos o mochilas.
La luz del atardecer tiñe el pavimento del color del fuego. El evento ha terminado, pero muchos se skaters quedan. Conversan y montan, como lo hacen todos los días que, como Ícaros testarudos, intentan desafiar la ley de la gravedad.
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