De la cancha al congreso.
Cambia el escenario donde la capitana se ponía los “huevos”
En el último set, el rostro desencajado del equipo peruano contrastaba con el rostro de alegría del equipo de China. Las asiáticas llegan al 25 y suena el pito. Fin de la historia. El Perú queda en el puesto 15 de la competencia. Habíamos perdido el último partido del mundial de vóley Japón 2010, y más de uno acompañó el llanto de Leyla Chihuán, nuestra capitana, quien se despedía de la selección con una derrota bajo el brazo.
Para los que saben de vóley, y para los que lo siguen por simple afición o cariño, el deporte de bandera está de luto. Así hubiéramos ganado o no, Leyla cumpliría su promesa. Tras 16 años de entregarle su vida a la selección peruana de vóley, la que se encargaba de desahuevar al grupo de las mayores abandona la cancha para comenzar una etapa que su pasión por el vóley le obligó a postergar reiteradamente.
Ahora, “Ley” se aparta de la net y de la pelota para tomar el control total de su vida y darse la oportunidad de tener una familia y de convertirse en madre. Tanto para la afición como para sus compañeras, e incluso para ella misma, esta es una decisión difícil. Por un lado, está la intención de renovar un equipo que necesita de nuevos valores y de un juego fresco. Por otro, está el hecho de que perder a una jugadora con experiencia y garra inigualables.
Leyla Chihuán no es una jugadora cualquiera. A sus 35 años, es una deportista que se entrega totalmente en la cancha. Su juego se ha caracterizado por ser contundente, ràpido y por entender al contrario cuando se trata de reconocer los puntos débiles y atacarlos. No es una jugadora que se queja, es una jugadora que actúa. Su carácter le ha llevado a ser respetada por sus compañeras, aunque no falte por ahí una que otra que se queje de su florido lenguaje de lisuras.
La n° 10 del equipo deja una disciplina deportiva que le ha entregado mucho a nuestro país, a pesar de que éste no le ha dado los requerimientos necesarios para alcanzar un alto desempeño. La falta de una adecuada atención médica y nutricional, así como las condiciones para la preparación física han sido factores importantes que han afectado el desenvolvimiento de nuestras chicas en la cancha.
La “Señora Ley” quiere comenzar cambiar la situación en la que se encuentra el vóley peruano desde una curul en el parlamento. Los deportistas no solemos creer en la política, y no sería la primera vez que una ex voleibolista pretenda llegar a ser una madre de la patria. Solo nos queda creer que, de llegar a ser congresista, Leyla tenga la misma garra con la que se respondía del equipo contrario.
La capitana deja de poner los huevos en la cancha para ponérselos en el Congreso. Nuestras esperanzas en ti, Leyla. Desde aquí, ¡FUERZA NEGRA!
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