domingo, 28 de noviembre de 2010

Un país donde no todo lo que brilla es oro

Más de 600 millones de dólares ingresaron al Perú durante los primero cuatro meses del 2010
El Perú es la meca del turismo. Pero, ¿en qué medida esto es totalmente beneficioso para nosotros?



¿Qué es Perú? Cada persona tendría una respuesta diferente a esa pregunta. Le hice esa pregunta a un niño y a un joven. El primero me dijo, muy fiel a su lección escolar, “el Perú es un país que tiene tres regiones naturales que son Costa, Sierra y Selva”. Cuando le llegó el turno al segundo, me dio una respuesta inesperada: “El Perú es lo máximo y tiene todo lo que uno necesita para ser feliz”. Es que el país tiene mucho más por conocer fuera de los destinos turísticos tradicionales y, muchas veces, nadie lo sabe.

Como sabemos, nuestros mayores atractivos turísticos son los restos arqueológicos, la biodiversidad y la cultura viva que tenemos en nuestro país. Es la explotación de estos tres aspectos el que genera, bajo el rubro ‘turismo’, los enormes ingresos que percibe el Perú.

Según el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), durante el primer trimestre del año han sido 141,349 los extranjeros que han visitado nuestros principales atractivos turísticos (MacchuPicchu, el Cañón del Colca, Choquequirao, etc) generando 666 millones de dólares e innumerables puestos de trabajo para los pobladores, agencias de viajes, guías turísticos, etc. Además, se debe tener en cuenta que nuestra economía viene creciendo desde hace ya varios años gracias, dentro de otros rubros, al turismo. El Banco Central de Reserva muestra que de enero a abril, el Producto Bruto Interno del país ha crecido en un 6.12%. Entonces, si esta actividad económica trae tantos beneficios al país, ¿por qué nos preocupamos?

El impacto cultural del turismo
Hoy, el turismo ha dejado de ser cosa de gente de élite y ha empezado a convertirse en una necesidad de muchos para poder salir de la rutina o, para otros con una visión diferente, tener la oportunidad de conocer rincones del país que nunca imaginaron. Eso se demuestra en el ‘boom’ de las nuevos tipos de turismo como el vivencial, gastronómico, de aventura, etc.

Pero, mientras algunos viajeros lo ven como una diversión, hay lugares donde el turista viene a ser sinónimo de desarrollo y progreso. Muchos pueblos viven del turismo y gran parte de su ingreso económico depende del número de turistas que llegan a la localidad y consumen los productos locales. Es ahí donde empieza el primer efecto negativo del turismo: se inicia un desplazamiento de las diferentes rutinas y costumbres productivas de las poblaciones para dedicarse a la actividad turística como por ejemplo, colocar la agricultura en un segundo plano y empezar a hacer artesanías que, en algunos casos, no resulta rentable pero es vista como la mejor forma de darle un ‘plus’ al turista.

Para Roberto Ochoa, viajero empedernido y editor de la sección ‘Andares’ del diario La República, este tipo de impacto es generacional. Es decir, las primeras generaciones de un lugar establecen sus costumbres y su cultura y la van desarrollando. Luego, con el paso del tiempo, la segunda generación empieza a absorber la influencia foránea y la integran en su evolución como sociedad iniciando un ciclo de transformación de la esencia del pueblo. Pero, luego aparece una nueva generación que crece rodeada de imágenes distintas a su cultura, lo cual los lleva a darse cuenta que, en realidad, su mayor fuente de popularidad son sus propias raíces, su historia y su pasado que se ha ido dejando de lado y que, a favor del pueblo, debe recuperarse dando paso a muchas nuevas clases de turismo como el vivencial, el alternativo, místico, etc.

Turismo Langosta
Si uno piensa en Perú, lo primero que viene a la mente es Macchu Picchu. Lo que pasa es que nuestro principal atractivo turístico se ha convertido en nuestra carta de presentación para el mundo hasta considerarlo como maravilla y Patrimonio de la Humanidad.

Es en estas situaciones donde aparece el temido ‘Turismo Langosta’ que es, básicamente, Básicamente se trata de explotar el 100% de recursos posibles de un determinado lugar y, una vez que ya no existe nada valorable, se ‘emigra’ hacia otro sitio. Hoy por hoy, nuestras ‘langostas’ son pequeños inversionistas que monopolizan el comercio y las actividades turísticas de algunas zonas.

Tomemos el caso de la ciudad del Cusco. Caminar por la Plaza de Armas es vernos rodeados de agencias de viajes por doquier. Si tomamos el tren hacia Aguas Calientes, nos vemos bombardeados por vendedores, restaurantes, artesanos, entre otros, generando una sobrepoblación del lugar que desencadena un crecimiento desmedido del pequeño poblado hasta convertirse en una amenaza directa sobre el mismo recurso arqueológico.

Siendo equitativos
Es un hecho que el turismo trae consigo dinero que puede ser invertido para mejor las condiciones de vida e implementación de servicios en las comunidades. Por ejemplo, empiezan a llegar nuevas tecnologías a los pueblos, empiezan a aparecer en el mapa como un desino turístico lo cual puede desencadenar en planes de desarrollo, etc. Lo triste es que, hasta ahora, no existe una correcta distribución de esos ingresos, lo cual mantiene muchas poblaciones en el olvido, sectores arqueológicos descuidados o incremento de la pobreza en algunas regiones.

La mayoría de veces el dinero que llega por el turismo nunca regresa a las poblaciones y, a pesar de que el número de visitantes aumente, el desarrollo de los lugares no aumenta en paralelo. Además, hasta hoy no se maneja bien el fomento del empleo derivada de la actividad turística a pesar de que la existencia del turismo vivencial puede ser una solución. Esto se debe a que no hay una debida instrucción de los pobladores sobre el impacto y la ganancia que este tipo de actividad puede traer para ellos. Además, la ideología y la desconfianza que muchos de los habitantes de las comunidades tienen hacia los ‘foráneos’ es otro impedimento que no les permite sacarle el jugo a todo el proceso que el turismo lleva a sus comunidades.

Como dijo Roberto Ochoa, “el impacto depende de cada sitio” y, del mismo modo, la forma como éstos se manejan se adecuarán a cada población. Las sociedades se organizan y reaccionan de distintas formas las cuales, si es que se cuenta con la ayuda del gobierno o de otras entidades, pueden manejarse para poder llegar a un punto medio en lo que se refiere a la distribución de ingresos y, asimismo, en la concientización de la importancia del proceso turístico en el desarrollo de los pueblos y del país. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario