Cada vez que camino por las calles de Lima, me gusta observar a la gente. Sentarme en una banca de un parque muy concurrido un domingo por la tarde es la mejor oportunidad para prestar atención un momento a la sociedad en la que vivimos a diario. Toda clase de personas pasan frente mío, desde niños hasta ancianos, personas que parecen vivir en un palacio lleno de lujos en una de las zonas más exclusivas de la capital hasta mendigos que no tienen un lugar donde descansar por la noche. ¿Cuántas veces nos hemos dado el trabajo de analizar la sociedad donde vivimos? ¿Cuántas veces la han analizado frente a nuestros ojos sin darnos cuenta?
Cuando buscamos entretención, no dudamos en ir al teatro para relajarnos y pasar un momento divertido. En la entrevista que dio Mario Vargas Llosa cuando inauguraron el teatro de la nueva Biblioteca Nacional, el autor aseguró que como el teatro “ningún género artístico se parece tanto a la vida”. Y es cierto. El teatro es una de las formas de comunicación donde el hombre puede expresar sus sentimientos sin ser reprimido. Es sobre las tablas el lugar en el cual la persona deja de ser ella misma y se convierte en quien más desea: un personaje, animal, objeto. “El teatro es como magia y pararse en un escenario es una experiencia única”, mencionó Mehida Suarez, estudiante de actuación de la ENSAD. Entonces, primera llamada: ¿por qué no pensar que es frente al teatro donde la sociedad se nos presenta sin tapujos para generar en nosotros una conciencia crítica?
En los últimos años, nuestro país ha estado envuelto en una revaloración del teatro lo cual se ha visto reflejado en un gran incremento en el número de obras puestas en escena, así como en el aumento del número de teatros que se han construido en Lima. Es gracias a este fenómeno que el teatro en Lima puede dividirse en dos categorías: la primera, descrita por Santiago Soberón en su artículo Una nueva generación de autores teatrales, consiste en ver el teatro no como un medio de mero entretenimiento sino como un espacio que, brindando una mirada (muchas veces desesperanzadora) de la sociedad, lleve a la reflexión. Tenemos por ejemplo el caso de la obra ‘La Nona’ o ‘El teniente de Inishmore’. La segunda clasificación es, según Rocío Tovar, directora teatral y productora de la empresa ‘Raquel en Llamas’, la de convertir el teatro en una empresa y presentar obras de buena calidad. En este caso, presentaciones como ‘Perú Ja, ja’ o ‘Morir de amor’, dan una visión de la vida más llevadera y divertida pero sin dejar de lado el problema social. Segunda llamada: el teatro nos lleva al mundo del ‘detrás de’, donde lo que tenemos frente a nuestros ojos encierra algo más.
Un ‘boom’ social y artístico
El teatro tiene su origen en lo social. La antigua Grecia, cuna de la cultura occidental, contaba con la presencia de un pre-teatro en los Ditirambos donde se representaba la vida de los dioses. De estas ceremonias derivó el teatro propiamente dicho que, en esa época, tenía como centro la tragedia. Es así como la actividad teatral no tiene sentido si es que no se lleva a cabo dentro de un contexto social orientado a los demás. ¿Qué sería de una obra sin espectadores?.
Al conversar con Luis Peirano, sociólogo, especialista en medios de comunicación y director teatral, me explicó que el teatro, a pesar de ser enteramente social, deja espacio para las expresiones personales. Según él, la visión del teatro como un fenómenos social por naturaleza que no descarta que cumpla el papel de conductor para llegar a una manifestación de lo íntimo, de la identidad singular depositada en un personaje que tiene un poco del actor que lo personifica.
Si usted, culto lector, desea un poco de teoría dramática, sus deseos son órdenes. ‘La capacidad de representarse, de reconocerse en la presentación articulada de situaciones humanas compuestas por palabras imágenes, sonidos y movimientos que buscan resolver alguna contradicción, tiene un valor singular que está asociado a los recursos sociales para construirlos’, asegura Luis Peirano en su libro ‘El Lenguaje del Teatro’. Pero, para quienes ‘lo cristiano’ funciona mejor, el meollo del asunto es el siguiente: la esencia teatral de una obra está determinada por la sociedad donde se pone en escena y permite al público verse reflejado en ella, se identifica con lo que tiene en frente, con lo que oye, con lo que le hace sentir.
En este sentido, para alcanzar un nivel de crítica social, es la performance una nueva especialidad de análisis, según el libro de Peirano, que permite una profundización en la sociedad usando esta técnica teatral. Este hecho se fortalece con la noción actual de una sociedad del espectáculo donde los hechos relevantes se nos presentan como un show, con características muchas veces irreales y sumamente histriónicas. Cabe mencionar un fragmento del análisis que Juan Urrutia Elejalde hace de la obra ‘La sociedad del espectáculo’ de Guy Debord: “…ese no ser lo que somos es la condición necesaria de nuestra existencia” ¡Qué mejor forma de describir el sentido actoral, si podemos llamarlo así, de nuestra pertenencia a esta nueva sociedad. “Más gente toma cursos de teatro para mejorar su expresión corporal, su forma de hablar…la performance ha invadido todo el sistema social”, afirma el director teatral.
Actualmente, en el Perú podemos hablar de un ‘boom’ teatral lo cual implica una trasformación en la antigua manera de ver las puestas en escena y de darles un lugar en la sociedad. Para Francesca Miranda, alumna de actuación en la ENSAD, “el teatro antes era un teatro para artistas pero ahora se ha convertido en un teatro para todos en general”, es decir que este resurgimiento teatral ha sido capaz de crear una clase de conciencia social acerca del papel que las representaciones tienen en la comunidad ya sea positiva (como un análisis) o negativa (crítica). Luis Peirano afirma que este mencionado ‘boom’ está hecho a imagen del Perú, de todos y cada uno de los habitantes de la ciudad, lo cual crea un sentimiento de unidad del ciudadano convirtiendo al teatro en un punto de encuentro de realidades sociales que, usualmente, pueden ser vistas como opuestas pero que las une el arte.
Este renacer teatral responde a la aparición de las nuevas generaciones de actores y directores que toman la decisión de dedicarse al llamado mundo de las tablas de lleno y lo ven como una carrera. “Siempre hay que formar el cambio. Yo estoy segura que, junto con mis compañeros, podremos sacar el teatro peruano adelante”, asegura Mehida Suarez, lo cual demuestra el nivel de entrega y dedicación que las nuevas generaciones de estudiantes de teatro poseen. Podemos afirmar entonces que hay una mayor responsabilidad social por parte de los profesionales del teatro que está en formación buscando generar una trasformación que rompa con las antiguas ideas implantadas hace muchos años atrás en el pensar colectivo.
El ‘boom’ del que estamos hablando tiene también como consecuencia el aumento de obras y de construcción de teatros. El caso más reciente de esto es la renovación del teatro del Callao que, hace algunos siglos, fue uno de los escenarios artísticos más importantes que recibió a los personajes más famosos en el campo del canto, la danza y, cómo no, el teatro. En lo que se refiere a las obras, presentaciones como Cabaret, Respira, Móvil, entre otros son ejemplos de puestas en escena de jóvenes directores que dan la oportunidad a actores de su misma generación y, en la mayoría de casos, congregaron una audiencia enorme razón por la cual pretenden repones algunas.
Vocación por las tablas
“Todos tenemos el impulso del teatro”, menciona Peirano en su libro ‘El lenguaje del teatro’ y agrega que es gracias a este arte como el hombre encuentra una salida, una manera de aspirar a algo mejor. Teniendo en cuenta esto, ¿podríamos hablar de una vocación teatral innata en todos? Si esto fuera aceptado por la sociedad donde vivimos, el número de actores profesionales se elevaría enormemente y desaparecerían los prejuicios por parte de los familiares y amigos de quienes deciden dedicarse íntegramente al teatro.
“A las vocaciones hay que desalentarlas para ver si son verdaderas” me dijo Luis Peirano cuando le pregunté acerca de las vocaciones teatrales en la actualidad. Al escucharlo decir eso me di cuenta que una de las carreras que implican poseer la madurez suficiente para tomar una decisión es el teatro ya que no estás expuesto únicamente a las ‘malas caras’ de tus conocidos ni a las risas de algunos otros sino también a los estereotipos que tiene la sociedad de aquellos que se dedican a arte. Francesca Miranda, otra alumna de actuación de la ENSAD, comenta que la gente en el país ve a los actores como gente malograda en todo sentido, ya sean drogadictos, promiscuos, homosexuales, etc. Todos estos aspectos de agrupan en una sola palabra: bohemios, la cual muchas veces utilizamos sin conocer su verdadero significado y se ha convertido en todo un cliché.
Podemos encontrar una relación cercana entre el renacer teatral descrito anteriormente y la visión que se tiene del teatro. A pesar de que aún existan prejuicios relacionados con el mundo artístico, gracias a la aparición de estos nuevos dramaturgos y actores se está empezando a dar una dignificación del actor como profesional. Recalquemos algo un punto interesante relacionado con un comentario de Francesca: “…no lo consideran (la actuación) como una carrera, como una carrera profesional. Creen que es una carrera fácil”. Es ahí donde entra a trabajar la nueva puesta en valor del actor como profesional. Según Peirano, hay un universo más secular y menos atado a tabúes. Hablamos de una sociedad más inteligente y abierta sumándole el papel de las escuelas y universidades que incentivan la presencia de estas carreras dentro del campo laboral.
Como en toda profesión, el apoyo de las personas con las cuales se convive se torna fundamental para poder sentirse con la seguridad de que la decisión que vaya a tomarse no va a ser perjudicial para ninguna de las dos partes: el joven (en este caso el que debe tomar la decisión) y los padres o el apoderado (quien va a solventar los gastos y que, muchas veces, tenía un ideal de carrera para su hijo). “Hace muy poco que alguien tuviera vocación por el teatro era una dolencia”, opina Luis Peirano. El punto es que, paulatinamente, se ha ido creando un cambio en la mentalidad de las personas como consecuencia de la apertura social. Por ejemplo, tenemos opiniones como “A mi mamá le fascina. O sea le fascina la idea de que yo quiera ser artista” lo cual motiva a Mehida para seguir con sus estudio; pero por otro lado tenemos a Francesca que no corrió con la misma suerte “Al principio sí es complicado, me decían porqué, mi papá no me dejó postular la primera vez…pero poco a poco ya se han ido haciendo la idea”.
Entonces si tenemos un cambio lento de concepciones sociales, ¿hay algunos factores que puedan acelerar este proceso? “A través de la universidad. Hay factores que alientan la profesión, el desarrollo de instituciones, desarrollo familiar interno, de la tolerancia”, asegura el sociólogo. Por ejemplo, para Rocío Tovar, son las empresas privadas las que permiten que el teatro siga viviendo gracias al apoyo y el interés de las mismas por estar presentes es espectáculos de esta envergadura. ¿Dónde están las instituciones encargadas? Parece que el Estado fuera Edipo mientras huye de su destino, corriendo ciego por el camino. Asimismo, acercándonos un poco más a nuestra realidad, ¿no es la familia el primer apoyo que deben recibir estos chicos empeñosos en la labor que desean hacer? “El teatro es una pasión”, asegura tanto Mehida como Francesca, que han corrido la suerte de poder empezar a cumplir su sueño. Ellas no son las únicas, miles de chicos esperan y merecen una oportunidad.
Muchas veces nos quejamos de que nuestra sociedad no tiene un nivel cultural alto, de que nunca llegaremos a alcanzar a países más desarrollados y tan cercanos a nosotros al mismo tiempo (como Argentina o Chile). Pero, ¿qué hacemos nosotros para empezar a generar el cambio cultural? ¿Acaso la sociedad no pone trabas a los artistas con su falta de apoyo? Si queremos salir del balde de leche donde nos estamos ahogando, debemos trabajar en equipo y ser perseverantes, así como la rana de la historia, y no ponernos trabas los unos a los otros. Tercera llamada. Toma asiento y disfruta de la función. La sala espera, los actores están listos y la sociedad preparada para el espectáculo. Quién sabe, tal vez hoy usted sea el protagonista.
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