A dos meses de su fallecimiento
Jorge “Cocho” Rojas: Una vida dedicada a sus alumnos
Más que un profe, fuiste un amigo, un confidente, un unidor de parejas, un comediante, un consejero, un cómplice, un padre. Fuiste y serás siempre todo eso y mucho más para todos nosotros.
Marcelo Velit – ex alumno
Suplemento de El Comercio, el 1 de octubre de 2010
Ya era una leyenda viviente cuando ingresé, en 1997, a la secundaria del colegio Franco Peruano. Jorge “Cocho” Rojas había estado allí toda la vida, con su ropa Adidas, su cabello cano y el reconocimiento que ya se había ganado desde sus primeros años como profesor de educación física a finales de la década del 70. “El mismo bromeaba diciendo que era parte del mobiliario, comenta su esposa, Pía Valega. Estaba la mesa, la silla y Cocho.” Durante casi 30 años su vida había la había dedicado al colegio, al punto de convertirse él mismo en una institución dentro del mismo.
Por eso no es sorprendente que cerca de un centenar de personas, entre compañeros de trabajo, amigos y, sobre todo, exalumnos, le presentaran sus respetos tras su fallecimiento. La tarde del 17 de setiembre de 2010, un gran grupo de sus ex alumnos lo esperaban para despedirlo y recordarlo tal como era. El velatorio era un solo de recuerdos y anécdotas, de los apodos que inventó, del trato directo y cercano que tenía con los alumnos y de los estrechos vínculos que logró con muchos de ellos.
No solo se encontraban reunidos los alumnos recientes, sino padres de familia que en su momento pasaron por él e incluso niños que aún no llegaban a la secundaria, pero soñaban con que sea su profesor.
Los inicios
Jorge “Cocho” Rojas se ganó su apodo, en parte por la diferencia de edad con sus alumnos, en parte por su tiempo en el colegio. Era un profesor exigente, un buen preparador físico. Difícilmente exoneraba a nadie a la hora de trotar alrededor del campo de fútbol como calentamiento; nadie, bajo su mirada, se escapaba del salto alto, del tiro de jabalina o las prácticas de basket.
Su carrera como profesor empezó en la Escuela de Educación Física de Breña. A sus 17 años quería ser médico y pesaba poco más de cien kilos. Pero a sus 27, en el año 1976, ya era profesor de educación física en varios colegios, incluido el Franco Peruano. Independientemente de su trabajo como profesor escolar, Cocho Rojas entrenó, a partir de 1980, a tenistas del calibre de Tato Noriega, Alejo Aramburú, Iván “Chino” Miranda y al más rankeado tenista peruano, Luis Horna.
Pinceladas de un hombre dedicado a “los chicos”
“Era un tipo profundamente sensible, recuerda Mariano Amézaga. En cada reunión no dejaba de hablar de sus alumnos y lo contento que lo hacían sentir”. Los “chicos”, como los llamaba con cariño, eran adolescentes, tarea difícil cuando se trata de imponer respeto. Naturalmente indisciplinados, los alumnos del Franco Peruano corrían, hacían estiramientos y aprendían un poco de todos los deportes. “Lograba hacerse respetar sin recurrir al miedo ni al castigo, sino con la joda. Siempre lisureaba, es verdad, pero siempre con cariño”.
“Yo siempre le decía que era un renegón, que siempre estaba de mal humor. Y él me respondía: no, yo soy gruñón. El que gruñe es solamente del momento y de la boca para afuera”. Así lo recuerda Pía Valega. Cocho es recordado por ser el primero en poner apodos y bromear con sus alumnos. Su efusividad se mostraba en frases célebres como “¡La pelota no es caca!” a quien se le resbalaba el balón de basket. Solía llamar “mi amor” a las chicas, como recuerda con cariño una de las muchas comentaristas que pagaron sus respetos por Facebook, o “huevón” a los hombres, siempre acompañado de una broma. Le gustaba premiar el esfuerzo con ratos libres para jugar al fútbol y castigar la indisciplina con saltos al pecho a hombres y mujeres indiscriminadamente.
Detrás del profesor había un hombre profundamente comprometido con las necesidades de sus alumnos. Los escuchaba, les daba consejos para sus problemas. Era una persona abierta a todos los que quisieran acercarse a él. “Recuerdo varios momentos en que teníamos algún problema como grupo y Cocho, antes de hacer clase, nos reunía y nos ayudaba a resolverlo. O si alguien en particular pasaba por un mal momento, lo llamaba a un lado y le preguntaba cómo estaba. Era el profesor peruano que solía dar el discurso de graduación y se emocionaba hasta las lágrimas al verlos irse a empezar sus vidas”.
“Fui estudiante del Franco Peruano hasta 4to de media, en 1984, comenta un ex alumno en su perfil póstumo de Facebook. Para mí Cocho fue un profesor ejemplar que trascendió el perímetro de la clase. Su honestidad, su carácter, su actitud ante la vida fueron para mí siempre un referente. Cocho tenía la capacidad de desahuevar a sus alumnos, motivándolos y sacando de cada uno la fuerza, el coraje y el carácter. Algo tan importante para enfrentar la vida”.
Y el sentimiento era mutuo. “El siempre me hablaba de sus alumnos, recuerda Pía, les tenía mucho cariño. Ellos eran la motivación que lo llevaba a levantarse por las mañanas y pasarse el día entero en el colegio. El día de su fallecimiento, llegaron cartas y llamadas del extranjero, de Francia, sobre todo, de alumnos que se habían enterado y querían darme el pésame, su perfil de Facebook nunca estuvo tan comentado como ese día.”
¡Cocho no se va!
Hay un momento que pinta claramente la relación con los alumnos. A mediados de 2004 se corrió la voz de que la nueva directora del colegio, enviada desde Francia, al igual que sus antecesores, había decidido despedirlo. La noticia corrió como regadero de pólvora primero entre los pocos alumnos que oyeron el rumor ese viernes por la tarde. El lunes siguiente, durante la ceremonia de himnos e izamiento de la bandera francesa y peruana, un gran grupo de los presentes dio la espalda a la directora.
“Fue increíble, porque es algo que no se ve comúnmente acá. Pero la gente se organizó durante el fin de semana, y al ver que todos los alumnos de bachillerato se volteaban, todo el mundo se volteó, relata Mariano Amézaga, quien participó del hecho. Luego, un grupo de alumnos no fuimos a clases y nos sentamos en la puerta del departamento de educación física a apoyarlo. Él estaba metido en su oficina, que tenía vidrio polarizado, y estoy seguro de que allí adentro él se moría de la risa y de la emoción. Llegó la directora de secundaria, nos preguntó qué pasaba, y no le dijimos nada. Al rato regresó con la directora general. Ella desmintió haberlo despedido. Entonces hicimos salir a Cocho de la oficina y le preguntamos si ella le pretendía despedir, a lo que él respondió que sí. Al final no lo botaron”.
La razón no es segura, pero se dice que fue un grupo de padres de familia que se quejó de sus maneras particulares de tratar a los alumnos. Probablemente sus bromas hayan herido alguna susceptibilidad. La hipótesis de su esposa es que en el colegio había gente que lo quería fuera. “Él siempre me decía que creía que lo iban a sacar del colegio por la puerta falsa – declaró – y eso fue lo que pasó”.
Por la puerta falsa
El año pasado finalmente despidieron a Cocho del colegio Franco Peruano. Tras 35 años de servicio, se le acusó de un desbalance presupuestario en beneficio de terceros. “Él trabajaba ya no como profesor, sino como coordinador del área de deportes y de actividades – cuenta su esposa. – Planeaba los sueldos de los profesores y los pasaba por administración los días 15 para que se les pagara los 30. En ese lapso, si una clase no se daba, se descontaba el mes siguiente. El problema es que en abril, mayo de 2009, se cierran los colegios por la gripe porcina. Muchas clases no se dieron y hubo desorden. Cuando el peligro pasó, la administración vio que faltaba una cantidad de plata. Lo despidieron”.
En el proceso legal que le siguió al colegio, Cocho se deprimió bastante. Dejó de comer y aumentó la cantidad de cigarrillos que fumaba. Aunque suene contradictorio, el preparador físico fumaba y no seguía una rutina de ejercicios. Para Pía Valega, es muy posible que la depresión causada por su salida del colegio, pero sobre todo el alejarse de “los chicos”, precipitara una cadena de depresión y deterioro físico.
Pero quienes lo recuerdan tienen la imagen de un hombre de carácter fuerte, de temperamento y una contagiante energía. Un hombre capaz de motivar a quien fuera y cuyas emociones lo sobrepasaron. En el corazón del Franco Peruano quedará siempre la memoria de un profesor que se convirtió en institución. Los profesores franceses iban y venían. Cocho siempre estará ahí.
Excelentes palabras.
ResponderEliminarExcelente homenaje a un excelente profesor, carajo.
De lejos el maestro del franco, grande cochito siempre pensamos en ti!
ResponderEliminarViejo coquero y encima vago ctm
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